Al contrataque
La vida según Mariano
Rajoy no entrará posiblemente en la historia de la política, pero la filosofía le reserva un espacio de honor, al lado de los presocráticos más puros
Ernest Folch
Editor y periodista
ERNEST FOLCH
No sucede casi nunca que una sola persona encarne toda una filosofía de vida. Y es todavía más inaudito que quien logre un prodigio de esta magnitud sea además una persona que destaque no por su brillantez sino precisamente por su mediocridad. ¿Quién habría podido sospechar que aquel mediocre registrador de la propiedad en Santa Pola convertido después de un cúmulo de mediocres coincidencias en mediocre presidente del Gobierno pudiera representar a la postre un modo de entender el universo en su totalidad? Mariano Rajoy no entrará posiblemente en la historia de la política, pero la filosofía le reserva un espacio de honor, al lado de los presocráticos más puros.
Ahora que hay indicios para sospechar que la vida política de Mariano toca a su fin, es hora de reivindicar su legado intelectual, que además de trascendente ha sido rupturista: acostumbrados como estamos a reclamar hombres de acción, Rajoy ha hecho realidad una de las grandes disrupciones del pensamiento occidental, que se resume en tres sencillas palabras: no hacer nada. Según Mariano, los problemas no se abordan, se pudren. Los conflictos no se resuelven, sino que se aplazan. Las decisiones no se afrontan, sino que se olvidan. Su proverbial y mágica inacción ha logrado engordar el procéshasta límites insospechados. Y al mismo tiempo ha conseguido, con su temple, desesperar a las hienas que le acechan desde el flanco extremo-derecho, y que están a punto de autodestruirse, víctimas de la célebre táctica mariana: los enemigos se cuecen en su propia salsa. Tiempo al tiempo: el marianismo quedará como una nueva corriente de pensamiento que dejó demostrado para la posteridad que la procrastinación puede ser una manera altamente eficaz de resolver una crisis, sea la que sea.
PENSAMIENTO INEXPLORADO
Y es que la innovación mariana lleva a dudas inéditas sobre la existencia humana y abre vías de pensamiento inexploradas hasta la fecha: ¿y si la mejor forma de abordar los problemas fuera justamente no abordarlos?, ¿y si fuera cierto que todo, al fin y al cabo, se resuelve solo? Ya ven, la filosofía logra una de sus cumbres por obra y gracia de un pensador gris, ejemplo de una de las grandes paradojas marianas: también la mediocridad conduce a lo más alto. Este genio ha logrado sobrevivir al festival de corrupción más espectacular jamás destapado, a un proceso de segregación de su propio Estado y a una de las plusmarcas mundiales de parados, ¿y saben cómo lo ha logrado? Haciendo lo siguiente: nada. Y es que Mariano se va, pero quedará su obra imperecedera. Después de él, los silencios parecerán profundos pensamientos, la inacción se elevará a la categoría de estrategia, y el aplazamiento parecerá de repente una virtud. ¿Qué ha llevado a Mariano Rajoy Brey a lo más alto de la historia de la filosofía? La respuesta es muy simple: nada.
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