Peccata minuta
La pesadilla de una noche de otoño
Ya no hay cielo al que mirar ni dioses con quienes conversar. Vivimos en el subsuelo del infierno
Sí, tal como nos temíamos hemos tenido que comer las castañas, boniatos y panellets en pantalón corto y a pecho descubierto. Y gracias a esta anomalía estamos ensayando El somni d'una nit d'estiu El somni d'una nit d'estiusin que la realidad del pleno otoño contraríe el título de la pieza de Shakespeare.
Pero no se crean ustedes que eso de la sostenibilidad, el medio ambiente, las energías renovables y el cambio climático sean cosa de los ecologistas de última hora. Ya en la escena primera del segundo acto de esta pieza escrita hace casi 400 años, Titania, la reina del bosque, se lamenta ante su marido Oberón del malsano desorden de los astros. Cito: «Los vientos, silbándonos en vano, como en venganza, ya sorben de la mar / brumas malsanas que, al caer en la tierra, / han hinchado de tal modo los ríos más menudos / que los han desbordado de su cauce. / El buey ha tirado inútilmente del arado, / el labrador ha malgastado su labor / y aún tierno se ha podrido el trigo verde. / En el campo anegado el redil está vacío / y los cuervos se ceban en las reses muertas. / El terreno de los juegos se ha embarrado / y, por falta de uso, los laberínticos senderos / apenas se distinguen, invadidos de hierba. / Los mortales añoran los gozos del invierno: / ni cánticos ni himnos bendicen ya la noche. / Tú has hecho que la luna, que rige las mareas, / pálida de furia bañe el aire/ causando multitud de fiebres y catarros. / Con esta alteración estamos viendo / cambiar las estaciones: la canosa escarcha / cae sobre la tierna rosa carmesí / y a la helada frente del anciano Invierno / la ciñe, como en broma, una diadema / de fragantes renuevos estivales. Primavera, / verano, fecundo otoño, airado invierno / se cambian el ropaje y, viendo sus efectos, / el aturdido mundo no sabe distinguirlos. / Toda esta progenie de infortunios / viene de nuestra disputa, de nuestra discordia. / Nosotros somos sus autores y su origen». Y Oberón que responde, más chulo que un ocho: «Pues ponle remedio. De ti depende. / ¿Por qué Titania se opone a su Oberón?».
La discordia entre dioses, sean de tinta o de papel moneda, no solo arruinan el planeta, sino también, como en la obra shakesperiana, devastan los sueños de la pobre especie humana. El hambre, la enfermedad, la muerte, la vergüenza están a la orden del día. Pocos inhumanos humanos atesoran la riqueza que podría procurar una existencia digna a los más humillados y hacer nuestro planeta un poco más vivible. Ya no hay cielo al que mirar ni dioses con quienes conversar. Vivimos en el subsuelo del infierno.
Solo al caer el cuarto acto Titania y Oberón se reconcilian. Y el nuevo día amanece, provisionalmente, en paz. Pero es ficción.
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