La rueda

La joya de la feria de 1964

JULI CAPELLA

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Hace ahora medio siglo, en pleno franquismo, la arquitectura española brilló fugazmente. El pabellón español de la Feria Mundial de Nueva York fue conocido como la joya del evento y obtuvo un galardón al mejor edificio. Diseñado por Javier Carvajal, tras ganar un concurso entre 19 proyectos, combinaba una fachada austera modular con interiores más exuberantes. En ellos se exhibieron importantes cuadros del museo del Prado, entre ellos la Maja vestida de Goya. Inimaginable que hoy pudiese viajar a un evento así. Había cerámicas de Cumella en homenaje a Gaudí, y el restaurante estaba equipado con una vajilla de André Ricard.

El pabellón se construyó en apenas seis meses, aunque el aire acondicionado nunca funcionó bien: «calor hispano», bromeaban. Lo curioso es que se anticipó a propuestas actuales de reutilización. Un promotor de Sant Louis, Alfonso Cervantes, lo compró y reconstruyó, siendo actualmente el vestíbulo del hotel Hilton, con una torre de habitaciones enchufada en su patio central. La galería Loewe del paseo de Gràcia rinde ahora homenaje a este episodio apenas conocido de la feria yankee del optimismo futurista.

En un viaje a la Triennale de Milán, Carvajal conoció a Enrique Loewe con quien enseguida congenió en la búsqueda de una creatividad de calidad. Colaboró estrechamente con la empresa decorando la tienda de la madrileña calle Serrano. Para la ocasión ideó una interesante silla de madera, con asiento de tiras de cuero tramadas. Su estética era elegante, pero las damas de alta sociedad se quejaron de que se pinzaban en las cintas que les dejaban marcas. Inmediatamente colocaron encima una colchoneta que a cambio de confort cegaba el diseño original.

«No persigáis imágenes, sino ideas, así no podrán cambiároslas», aconsejaba el inflexible maestro que nos dejó el año pasado.