Jo sóc andorrà

RISTO MEJIDE

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Se llama sinécdoque. Es el tropo o figura literaria que consiste en tomar la parte por el todo. Y dependiendo del nivel de abuso que se haga de ella, puede ser desde un mero recurso retórico y simpático, hasta una injusticia, una simplificación y una generalización abusiva. Una manera muy efectiva de engañar al que te escucha. Lo saben los políticos. Lo saben los gabinetes de comunicación. Lo saben los que lo tienen que saber. Y lo utilizan a placer y sin piedad cuando algo o alguien les invita a hacerlo.

Un político no es todo un partido, ni toda la clase política, ni siquiera la representa. Un militar no es todo el Ejército, ni seguramente pueda convertirse en su estandarte. Un empresario nunca será lo mismo que toda la clase empresarial, por mucho que facture o que presida la CEOE. Por eso, por muy corrupta que sea una persona, por muy mal que lo haya hecho o por mucho que su comportamiento haya sido indigno de la institución a la que representa, jamás deberíamos permitirle a sus adversarios realizar sinécdoques que les permitan arrimarse a nuestra vera al grito de yo estoy contigo, y ésos son los malos.

Pues mire, no.

Eso es tratarnos de idiotas. Y si entonces encima le aplaudimos, nos estamos demostrando que efectivamente lo somos. Así que, si no le importa, déjeme decirle que como mínimo esta semana, jo sóc andorrà.

Jo sóc andorrà. Porque Andorra no son ni sus bancos ni sus banqueros. Al igual que todos los españoles no somos Rodrigo Rato. Afortunadamente. Porque conozco a suficiente gente en Andorra que ni blanquea dinero ni evade impuestos, y que llevan años luchando y esforzándose honradamente para hacer del país de los Pirineos un destino apetecible durante todo el año. Porque, como he dicho en Twitter, #AndorraEsMásQueBancos.

Jo sóc andorrà. Porque ante cualquier injusticia siempre tiendo a posicionarme de la parte más débil, la que no se puede defender. Y porque en este caso, el más débil es el ciudadano andorrano al que ni le va ni le viene lo que hayan hecho o dejado de hacer algunos ciudadanos.

Jo sóc andorrà. Porque me molesta mucho que decir que vas a viajar un fin de semana a Andorra de pronto sea sinónimo de contrabando, evasión de impuestos, herencias ocultas o blanquear. Y si me molesta a mí, imagínate a ellos.

Jo sóc andorrà. Porque aunque haya nacido en Barcelona, también he tenido que sufrir la degeneración de otra marca que es la catalana. Una marca que hace no tanto tiempo era sinónimo de trabajo, discreción, pequeña empresa, pragmatismo y capacidad de generar negocio y valor. Lo que Rajoy intentaba decirnos con «hacer cosas». Una marca que abanderaba aquello de que la pela es la pela. Una marca que por culpa de algunos, ahora es sinónimo de bronca, de pataleo, de corrupción, de soberbia y de insolidaridad. Así que les entiendo perfectamente. Lo que deben de estar sintiendo ahora. Lo que les va a costar salir de ahí.

Jo sóc andorrà. Porque estoy convencido de que algún día sabremos toda la verdad sobre el caso BPA. Porque en cualquier lugar pequeño, como todo el mundo sabe, las acusaciones llevan nombre y apellidos, y los intereses fluctúan con peligrosa facilidad entre lo que le conviene al bien común y lo que le conviene a uno en particular.

Jo sóc andorrà. Porque estoy orgulloso de que salgan estas cosas a la luz pública. Y que lo pague quien lo tenga que pagar, faltaría más. Y porque espero, como la mayoría de los andorranos, que no se vuelvan a repetir. Pero también porque estoy tan perplejo como ellos al comprobar que aún no se haya puesto en marcha una campaña de comunicación que intente contrarrestar tanta sinécdoque aprovechada y ventajista. Porque a medida que pasan los días, la bola se hace más y más grande y la gran perdedora es y será la marca Andorra. Y por ende, los andorranos y ese porcentaje altísimo de su PIB que depende del sector servicios, del turismo y de la gente que no va a evadir ni a blanquear, sino a disfrutar y a deslizarse por lo blanco, que no es lo mismo.

Jo sóc andorrà. Porque pago mis impuestos en España. Y porque miro con envidia a cualquier país que sea capaz de atraer capitales y por tanto negocio y por tanto empleo gracias a una fiscalidad más favorable que la de los de su entorno sin ser considerado paraíso fiscal, y aún así ser capaz de funcionar. Y pagar carreteras, y hospitales, y todo lo demás.

Jo sóc andorrà. Y no pienso dejar de serlo mientras todo esto continúe.

Eso sí, tranquilo señor Montoro, que no estoy pidiendo la doble nacionalidad.