Derecho a dudar

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NEUS TOMÀS / BARCELONA

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«Eres una prostituta», EL PERIÓDICO es «un panfleto nazi», estás «arrodillada ante Susana Díaz» y trabajas en un diario «colaboracionista como los de Vichy». Podría seguir con las lindezas que desde el 1 de enero me han dedicado diferentes tuiteros, más de uno agazapado tras el anonimato de un seudónimo. El motivo no es otro que haber tildado de «lío» el complejo escenario político en el que estamos inmersos y que no tiene pinta de ir a menos. Sí, lío, en su acepción de embrollo, enredo o confusión. 

Seguramente los internautas que se crisparon deben tener las cosas tan claras que les ofende que alguien dude. A este grupo, reducido pero insistente, lamento informarles de que no aguarden mi respuesta. Porque, a diferencia de ellos, yo dudo, y no porque me considere más inteligente, que diría Borges. En ese espacio de debate interesante que son las redes, informativo (en el que también se desinforma) y entretenido, debería primar el respeto. A menudo no es así. 

Ofender por si algo queda

Tengo un compañero al que acusaron de ser «corrupto» por escribir una información incómoda para el director de la fundación de un partido. A otros les han tildado de malos profesionales porque no gustaban los titulares de una encuesta. Son ejemplos de la impunidad con la que algunos actúan sin pararse a pensar hasta qué punto ofenden (o a lo mejor sí, y por eso lo hacen). En la libertad de informar está también la de discrepar. En ambos casos debería primar la tolerancia. Y el mismo baremo se tendría que aplicar cuando se critica a los políticos. Porque si no se llega a unos extremos de intolerancia intolerable. 

Informaba Fidel Masreal en este diario del malestar que existe en el Govern por la inacción del Estado ante las amenazas de muerte que ha recibido Carles Puigdemont a través de las redes sociales. El 'president' tiene motivos justificados para estar cabreado. ¿Si el amenazado fuese un ministro, habría actuado ya algún fiscal? La duda (sí, otra vez, la duda) es razonable.  

PD:  Que difícil es arrodillarse ante Susana Díaz sobre todo cuando ni siquiera la conoces.