La independencia y el Barça como paradigma

Joan Manuel Perdigó

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Explicaba una señora el lunes en Catalunya Ràdio que una de las razones por las que dudaba de que la independencia fuera conveniente, además de las inciertas consecuencias económicas, era el hecho de no saber en qué liga jugaría elBarça.Hay quien se puede tomar a risa las preocupaciones de la oyente, pero al margen de la importancia que cada cual le pueda dar a la cuestión del balón --hay mucha gente que soporta mejor las inclemencias de la vida si puede acostarse con un triunfo del equipo de sus amores--, el hecho tiene un simbolismo que conviene no desdeñar. Uno puede estar a favor o en contra dela independencia de Catalunya, pero vale la pena no olvidar que casi nada en la vida es simplemente blanco o negro.

Y en este asunto, el caso del Barça es paradigmático. Si Catalunya fuera independiente, tendría como cualquier paísnormalsus instituciones deportivas:Comité Olímpic Català,selecciones nacionales,federaciones, y en consecuencia, sus propias competiciones domésticas. O sea, el Barça jugaría la Lliga catalana en cada una de las disciplinas. ¿Contra quién? Lógico, contra Espanyol, Girona, Sabadell, Nàstic, Palamòs...  en la Primera División de fútbol; o contra la Penya, Manresa, Girona, Lleida, El Prat, en básquet. Y así en todas las disciplinas.

Los ingenuos, los que creen que todo el monte es orégano, que los hay a patadas, como los describía con irónico acierto el escritor y filósofoFrancesc Pujols(1882-1962) cuando decía:¿A conseqüència de les condicions d'aquest país per comprendre la realitat, arribarà un dia en que els catalans ho tindrem tot pagat", se lanzarán enseguida a la yugular para replicar que eso no sería así porque al Barça (olvidándose del futuro del resto de clubs, que también son catalanes) se lo rifarían las mejores ligas europeas (incluida la española) para llevar el espactáculo de Messi y compañía a sus estadios. Y citan de corrido los casos deAndorra, Mónaco, Galesy hasta lasislas Feroe, amparadas en ligas mayores y con permiso para vestir camisetanacional. Pero ¿alguien cree que para satisfacer al independentista culé, Catalunya sería equiparada a un casino, un parque temático o una cofradía de pescadores, al estilo de los citados? Ni soñarlo.

En las pasadas elecciones autonómicas, preguntado el candidato de SI y expresidente del Barça,Joan Laporta,sobre el futuro del club en una Catalunya independiente, no se le ocurrió otra cosa que proponer unaliga confederadadePortugal, España y Catalunya.En Madrid aún se ríen. Porque la Liga española sufriría con la marcha del Barça, como España sufriría ¿y de qué manera-- con la independencia de Catalunya,  pero el Barça dejaría de ser en muy pocos años (uno, tal vez dos) elclub de referencia mundial(para regocijo delMadrid,todo hay que decirlo). ¿Por qué? Muy sencillo, una liga catalana con semejante cartel vaciaría los estadios y provocaría la deserción ante el televisor, amén de reducir el mercado potencial a seis millones de usuarios, con lo que ningún operador tendría retorno publicitario ni de pago por visión suficiente para sostener la millonada que se embolsa el Barça. Y si caen los ingresos de taquilla y de derechos televisivos y más tarde los delmerchandisingse agotaría en muy poco tiempo el carburante que alimenta las privilegiadas virtudes deMessi, Xavi, Iniesta, Guardiolay el largo etcétera.

Resultado: el Barça seguiría el mismo camino que el admiradoAjaxde Amsterdam, del que tan cerca se sienten los culés. Club modelo en los setenta, triple campeón continental consecutivo de 1971 a 1973, vivero de jugadores excelentes y líder de una liga pequeña y cautiva, cuando la libre circulación de jugadores estaba restringida. Luego llegó lasentencia Bosman,y las excepciones de Cruyff y Neeskensse tornaron regla. Sobre otra brillante hornada holandesa se cimentó, por ejemplo, elMilan de los 80,conVan Basten, Rikaard y Gullit, de infausta memoria para el Madrid, por cierto.

Así es la realidad, que no tiene por qué ser negativa. Siempre le quedaría a un Barça condenado a ver emigrar a sus estrellas, volcarse aún más enla Masia,ser vivero de estrellas que alimente las grandes ligas europeas. Una idea que ligaría con la vocación exportadora de Catalunya,la clave de su supervivencia económica como país independiente. Además, la selección catalana no desmerecería ni mucho menos en los torneos internacionales, como ya auguró hace unos díasEric Cantona.De hecho,la Holanda de la diásporajugó la final del pasadoMundial de Suráfrica(y ya lleva tres) Eso sí, perdió contra España (con cinco catalanes en la alineación titular, que conste en acta)