Editorial

Incógnitas y lecciones del accidente de la AP-7

El siniestro se produce cuando Catalunya incrementa las medidas para combatir el aumento de muertos al volante

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El accidente de circulación de ayer en la autopista AP-7 en el que fallecieron 13 jóvenes es uno de los más graves registrados en los últimos años en España, y el que más víctimas mortales ha causado en Catalunya desde que la Generalitat tiene transferidas las competencias de tráfico. Las investigaciones deberán confirmar la hipótesis que manejan inicialmente las autoridades de que un fallo humano del conductor del autocar -ileso en el siniestro y que ha dado negativo en las pruebas de alcoholemia y drogas- es la causa del trágico suceso. También en principio se descarta que el chófer hubiera sobrepasado el límite de tiempo al volante por el que deben regirse los profesionales del transporte de pasajeros. Pero para la tranquilidad de los usuarios y de los ciudadanos en general, la Administración y la justicia deben arrojar la máxima luz sobre un suceso que ha causado una especial conmoción social: las víctimas volvían de una celebración festiva como las Fallas, eran chicas universitarias y tenían muy diversas nacionalidades. Y en el análisis del accidente habrá que incluir también el estudio del tramo de la AP-7 en el que ha sucedido, porque los vecinos de la zona subrayan que presenta una alta siniestralidad.

Los datos ya dramáticamente ciertos son que estas 13 muertes incrementan notablemente las registradas en las carreteras catalanas en lo que va de año, justo pocas semanas después de que la Generalitat anunciase nuevas medidas para reducir las víctimas de tráfico, que en el 2015 aumentaron un 13,5% hasta totalizar 261. Un alza que los expertos atribuyen a que la mejora de la economía se ha traducido en más desplazamientos por carretera, pero sobre todo a que las distracciones al volante han crecido exponencialmente por el uso simultáneo de las cada vez más amplias prestaciones que ofrecen los teléfonos móviles. No deja de ser una paradoja que, neciamente, muchos conductores arriesguen su vida por mor de unos adelantos tecnológicos que deberían hacérsela más fácil. No es baladí recordarlo en situaciones como el accidente de ayer, tras el que si algún consuelo queda es el de la respuesta rápida y eficiente de la Generalitat en la asistencia a los heridos y la identificación y autopsia de las fallecidas. La Semana Santa ha empezado dramáticamente en la carretera. Tomemos todos nota.