La clave

La patria de Iglesias

Pablo Iglesias en su discurso en la investidura de Rajoy.

Pablo Iglesias en su discurso en la investidura de Rajoy. / periodico

JUANCHO DUMALL

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Un de los momentos más encendidos del debate de investidura en la sesión del jueves se produjo cuando Pablo Iglesias afirmó que había "más delincuentes potenciales en esta Cámara que allí fuera". El líder de Podemos estaba defendiendo en la tribuna las movilizaciones sociales anunciadas en los alrededores del Congreso y, de paso, añadió una cucharada más de tabasco al cóctel en el que se mezclan política y corrupción. La bronca fue tan grande, que la presidenta del Congreso, Ana Pastor, se vio obligada a instar al diputado a respetar "el honor de la Cámara". Y aquí vino la apoteosis de Iglesias. Recurriendo a su tono grandilocuente en el fondo e irritado en la forma, el diputado dejó entonces una frase para el Diario de sesiones que bien podría haber pronunciado algún líder ultra o un espadón de esos que han abundado en nuestra torturada historia: "Me debo al honor de mi patria".

La mezcla de esos dos términos, honor y patria, produce cierto escalofrío en varias generaciones de españoles y no parece el mejor eslogan para un político de izquierdas e internacionalista, con conocimientos de historia contemporánea. Todo lo contrario, esa frase es la muestra del nacionalismo español más rancio.

Con buenas dotes de comunicador y hábil para conectar con los ciudadanos indignados, Pablo Iglesias no acaba, sin embargo, de encontrar el tono en la tribuna del Congreso. Y es posible que sus frases tremendistas --la de la cal viva, por ejemplo-- y gestos como apludir --¿a sí mismo?-- al final de su intervención o saludar puño en alto a todas horas le acaben enjaulando en una caricatura que dificulte apreciar sus mensajes de fondo.

ALTERNATIVA DE IZQUIERDAS

Podemos tiene, tras la incomprensible concesión del PSOE al PP con su abstención, la oportunidad de erigirse en la alternativa de izquierdas en el Parlamento. Puede opinarse si para ello debería moderar el discurso --la tesis de Errejón-- o mantener el látigo de Iglesias. Pero lo que es seguro es que para denunciar la corrupción o exponer un ideario de izquierdas, no es necesario recurrir a las patrias y a los honores.