PEQUEÑO OBSERVATORIO

Se han pasado con la bola del mundo

Las metáforas a menudo se exageran inofensivamente, el problema puede aparecer cuando se convierten en realidad

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Los lectores de este diario quizá recuerdan una curiosa foto que se publicó. Yo la recorté, pero no la he encontrado hasta hace pocos días. Se trata de una imagen en la que aparece Putin, el presidente de Rusia, aguantando --acogiendo entre sus brazos-- una esfera de notable volumen. Entiendo que un grupo de totalitaristas patrióticos hagan este regalo al presidente. Es una manera simbólica de reclamarle: "Coge el mundo. Aprietalo con fuerza".

No es una pequeña esfera para guardar balas para que jueguen unos cuantos niños en la plaza del pueblo, como se hacía antes. Tampoco es uno de esos ligeros globos de colores que regalaban -¿cuánto tiempo hace?- a las criaturas que entraban con sus padres en unos grandes almacenes. Tampoco es una pelota de fútbol o de tenis. Ni aquella esfera frágil, de una finísima película, que nace si se sopla un poco de jabón a través de una caña. Y que pronto estallará pacíficamente en el aire.

Putin le han regalado una esfera, es grande y más pesada que un balón de fútbol. O quizá no pesa mucho, si es que está vacía y de hecho es una trampa. Que es una bola del mundo está muy claro, porque la superficie está pintada y se ven mares y continentes.

"Tener el mundo en las manos". He aquí una metáfora que a veces se usa para la posesión de una buena dosis de poder o de éxito. Las metáforas a menudo se exageran inofensivamente. El problema puede aparecer cuando las metáforas se pueden convertir en realidad.

Hay muchas expresiones de una exageración popular inofensiva.'Un alboroto de mil diablos'. 'Enviar a alguien a Can Pistraus' (no he conseguido saber quién era el señor Pistraus). De las frases populares catalanas la que me gusta más es 'tres són curts i quatre són llargs', que se aplica a los que nunca están contentos, por poco o por demasiado.

A mí me gusta interpretar el dicho de esta manera: la perfección absoluta es casi imposible. Lo más habitual es que nos quedamos un poco cortos o que nos pasemos.