Análisis

Fumando espero, Iglesias

El líder de Podemos ha abierto un boquete en su credibilidad como opción política sinónimo de utilidad para los que quieren cambio

TONI AIRA

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Y en medio de tanto mal rollo y crispación reconcentrada, esta mañana en el Congreso de los Diputados, un beso. El de Pablo Iglesias y Xavier Domènech. Un amigo gay me envió un whatsapp: "Yo si veo muchas estampas más así me vuelvo hetero, ¿eh?". Y le contesté que si hubiese publicado algún tuit similar referido a alguna de las diputadas de la CUP le habrían caído los insultos y las acusaciones de sexismo por doquier. Lo animé a tuitearlo. No lo hizo. Pero no era necesario, las redes ya habían prendido de sobras con el beso. Era de prever. Porque Iglesias y los suyos saben perfectamente lo que impacta. Y es triste que a estas alturas un beso entre dos hombres lo haga, pero en la estampa lo mejor era la cara del aún ministro Alfonso Alonso: demostraba que sí, que aún hay a quien eso sorprende. Podemos es efectivo. ¿Solo en esto? ¿Solo en impactar?

LA SUPERVIVENCIA DE RAJOY

Cada vez más, los ciudadanos buscan unir su voto explícitamente al concepto de utilidad. Si la opción que han decidido respaldar en las urnas no la proyecta lo suficiente, tardarán menos en abandonarla. Y esta mañana ahí Iglesias abrió un boquete que le será difícil de suturar, en su credibilidad como opción política sinónimo de utilidad para los que quieren cambio. Pedro Sánchez no podía insistir más en hacer explícita e intentar agrandar esa herida. Porque el líder socialista (cada vez más metido en este papel, sobre todo en el de líder) tenía claro que debía buscar el cuerpo a cuerpo con Mariano Rajoy, especialmente para poner en evidencia que su gran antagonista (y por ende el de la izquierda) es alguien que, sin hacer nada en especial, puede tener una opción de sobrevivir políticamente a este momento extraño de la política española, si así lo decide Iglesias y no facilita un Gobierno alternativo.

Eso espera el PP. Eso espera Rajoy haciendo chascarrillos en la tribuna de oradores y también desde su escaño, sin fumar uno de sus amados puros porque en el Congreso eso no se puede hacer, pero sí mascando chicle o relamiendo un caramelo con su habitual semblante de estarse choteando de todo un poco. Fumando (metafóricamente) y esperando tumbado cual Sarita Montiel cantando El último cuplé. Y lo más raro es que ahora espera a Iglesias. Podría ser su galán sorpresa. Con él no habrá beso explícito, pero ni falta que hará.

REPARTO DE PAPELES

Los votantes que optaron por Podemos para forzar un cambio, independientemente del eje derecha-izquierda, y los que lo hicieron en Catalunya por una alternativa a la terapia fallida que aplican PP y PSOE frente a la voluntad generalizada de votar y decidir en libertad, tienen hoy menos motivos para creer en Iglesias. Y eso, fotos aparte; y eso, con Rajoy tumbado y con Sánchez tirando de retórica vacía y poco más. Con Albert Rivera haciéndose el responsable y el hombre de Estado, en lo que hoy se ha visto que es el claro reparto que ha pactado con Sánchez: tú a Boston, yo a California. Tú a ser la opción útil de cambio para el centroizquierda, yo para el centroderecha. Y Rajoy, que lo sabe, ha ido a por Ciudadanos, a por quien pensaba hace cuatro días que sería su socio natural, pero ya (como el resto) con el chip de nuevas elecciones en la cabeza. ¿Comicios para qué? ¿Utilidad? Para el PP, la de tener una opción de supervivencia. ¿Para el resto? Reclamaciones, si nos lleva a ello, al señor Iglesias.