El fracaso de la cantera del Barça

La evidencia de que el club sufre un parón en las incorporaciones al primer equipo afecta a la principal cuestión de fondo: el modelo deportivo

Denis Suárez (izquierda) y Sergi Samper, en un entrenamiento del Barça, este miércoles

Denis Suárez (izquierda) y Sergi Samper, en un entrenamiento del Barça, este miércoles / periodico

ANTONIO BIGATÁ

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La evidencia de que el Barça sufre un parón en las incorporaciones maduras de la cantera al primer equipo afecta a la principal cuestión de fondo de la entidad: su modelo deportivo. Al ensalzado, reconocido, admirado y envidiado modelo deportivo de saber crear desde la etapa infantil jugadores plenamente identificados con su sistema de juego.

Pero el problema lastra también su modelo de viabilidad económica: disponer siempre a precio racionable de una base de combate del equipo, una infantería de lujo, que sea propia y suficiente. Capaz de acoger, respaldar y potenciar con ese estilo identificativo de juego a algunos 'cracks' únicamente conseguibles a través de grandes contrataciones que absorben por sí solas hasta el límite las posibilidades económicas de un club que aspira a continuar siendo propiedad de sus socios y a no doblegarse a la tendencia internacional actual de caer en manos de inversionistas de fortuna sin verdadera alma culé.

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La cuestión es trascendental además de muy compleja. Porque en parte se debe a mutaciones objetivas del contexto actual del fútbol. Pero sin duda responde también a errores e imprevisiones de la entidad. Existe la convicción de que se ha producido una desacertada política de renovación natural de los responsables en una etapa en que muchos de esos organizadores y técnicos de la cantera han sido objeto de deseo internacional por parte de clubs competidores poderosísimos deseosos de imitar el viejo modelo Barça por la vía del atajo trasplantando a sus filas esos expertos, del mismo modo que acosan y consiguen contratar a jóvenes futbolistas en edad de formación que ya han adquirido el ADN de La Masia. El hecho es que los relevos, a veces forzados desde dentro, no han logrado luego repetir el nivel anterior.

Desde el Barça se defienden con un argumento básico razonable: las cosechas no tienen siempre el mismo nivel; en esta materia, insisten, el éxito no solo depende del acierto del club sino también de la materia prima, y en fútbol no todos los años salen ni según qué jugadores ni según qué grupos de ellos que progresen juntos multiplicando sus potencialidades individuales. Eso es cierto, pero como explicación resulta insuficiente pues antes pasaba lo mismo pero acababa encarándose mejor.

PAPELES SECUNDARIOS

Los momentos en que el primer equipo ha sido inmenso con una mayoría absoluta de canteranos están demasiado cerca como para que nadie pueda consolarse de que este año, si consideramos que Sergi Roberto es una aportación de hace dos años, lo que puede acceder desde casa al equipo titular es prácticamente inexistente, al tiempo que los previsibles papeles del repescado Denis Suárez, Samper o Munir van a ser secundarios y que el Barça ha necesitado sacar el monedero incluso para cubrir las plazas de los reservas más necesarios. 

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El enorme fracaso estratégico que se arrastra por no haber conseguido mantener al segundo equipo en la División de Plata jugando al estilo del Barça es un lastre irreversible y determinante porque era ahí, junto con los aciertos potenciadores en las cesiones, donde debían ponerse a punto los jugadores en condiciones de explotar gradualmente. Y las dos cosas están descarriladas (los cedidos, no nos engañemos, son carne de venta que puede proporcionar dinero pero no la función natural de irse incorporando a la disciplina directa de Luis Enrique).

Ahora, de cara a esta temporada, incluso el segundo equipo va a nutrirse con bastantes jugadores jóvenes hechos fuera de casa y con déficit seguro del ADN propio fundamental. Eso ratifica que hay cosas que se están haciendo mal en las fases formativas anteriores. Conocedores de la situación relacionan eso con discontinuidades y con excesos de amiguismos poco profesionales a la hora de seleccionar responsables, pero también a un cierto anquilosamiento de los procedimientos de trabajo. Porque entre las eficiencias que se consiguieron en el pasado figuraba conseguir el doble objetivo de una buena formación humana en paralelo a la deportiva, algo que actualmente, dentro del desbordamiento económico de esas mismas categorías inferiores, cada vez más profesionalizadas, les resulta más difícil de conseguir a los educadores.

EL CENTRO DEL DEBATE

En cualquier caso este tema debe ponerse con valentía y sin ambigüedades en el centro del debate y de la reflexión no oportunista del conjunto de la entidad. Tiene tanta trascendencia como la misma evolución del sistema de juego, o el proyecto Espai Barça, o la mejora -imprescindible, severa y real- de todo el aparato asesor legal de las formas de contratar, y de la consecución del peso internacional que merece y no tiene el club del mejor equipo del mundo en las más altas y medianas instancias del deporte internacional.

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Y, en particular, tiene asimismo tanta urgencia de encuadre y solución como otro asunto: la mejora de la claridad y la credibilidad de las explicaciones que da la junta directiva a sus socios y seguidores sobre los problemas. Es indiscutible que en las cuestiones enjundiosas del fútbol de primerísimo nivel tiene que haber espacio para la discreción en muchos de sus aspectos. Pero no para la desorientación.

Es cierto que al Barça le exigimos más que a los otros clubs en esta materia. Y además en medio de agresiones comparativas evidentes del mundo fiscal y judicial español. Pero el Barça tiene la obligación de ser también el mejor en el manejo de esas situaciones aunque solo sea por experiencia, ya que lleva muchísimas décadas jugando básicamente en campo contrario dentro del entramado nacional-deportivo-económico de un sistema futbolístico español presidido oficiosamente por la irracional idea de que lo mejor que le puede pasar es lo mismo que al sistema ferroviario o el de carreteras: la hegemonía del centro físico dentro de una configuración forzosamente radial.