La fina línea que separa negocio de compartir

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OLGA GRAU

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Imagínese que se encuentra en una ciudad de España y acaba de perder el último autobús del día para desplazarse a un pueblo a 70 kilómetros de distancia. Se le plantea la posibilidad de contratar un taxi (100 euros), llamar a un amigo que esté disponible para llevarlo o hacer noche en la ciudad. A través del móvil decide entrar en la aplicación blablacar.com que pone en contacto a personas particulares que hacen solas un trayecto y ofrecen asientos a pasajeros.

Envía un mensaje y le confirman que un coche tiene disponible una última plaza para el trayecto a la hora que precisa. Cada pasajero (4 en total) paga 10 euros al chofer y este subvenciona así la gasolina y una parte del seguro. ¿Debería el chófer pagar impuestos por ofrecer este servicio?. El sentido común dice que si el objetivo del conductor es compartir gastos en un trayecto que hace por necesidad y no obtener un lucro no debería considerarse una actividad económica.

Pero, ¿qué pasa si este chófer hace este trayecto cinco veces al día con la intención de obtener ingresos? Este sería el caso, por ejemplo, de los choferes particulares que trabajan con la aplicación estadounidense Uber, que ha generado una gran polémica y oposición. Y el debate no termina aquí. Porque también hay que determinar quién paga los impuestos: si el chófer de blablacar o Uber o bien las plataformas tecnológicas que ponen en contacto la demanda con la oferta.

La economía colaborativa no se limita tan solo al mundo del transporte, sino que también se extiende al ámbito de la vivienda y cada vez más a infinidad de bienes y servicios. ¿Debe pagar un ciudadano por alquilar una habitación de su casa si es una propiedad privada? Aquí entran servicios polémicos también como Airbnb o Coachsurfing.

La denominada economía colaborativa vivirá una gran explosión en los próximos años. Los teléfonos inteligentes y las aplicaciones harán posible cada vez más que los usuarios se pongan de acuerdo para intercambiar y compartir absolutamente de todo. Este fenómeno cambiará las estructuras económicas tradicionales. ¿Por qué buscar un sitio donde me cuiden a mi mascota durante las vacaciones si una aplicación de móvil pone en contacto gente que se hace el favor de cuidarse a sus animales de compañía gratis? Este sería tan solo un ejemplo entre el millón de posibilidades que brinda la tecnología.

Está claro que el fenómeno requerirá que los gobiernos analicen a fondo qué es negocio y qué no para adaptar las legislaciones a la nueva realidad. Todos estamos de acuerdo en que pagar impuestos es necesario. Pero poner puertas al campo ya no es posible.