Editorial

El fenómeno de los 'realities'

Es un invento que satisface los deseos de una mayoría: vivir en directo las vicisitudes de unos personajes en su más pura (o guionizada) desnudez

Bigote Arrocet y Juan Miguel en una prueba de Supervivientes (T-5).

Bigote Arrocet y Juan Miguel en una prueba de Supervivientes (T-5).

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Los realities, los programas en los que se vive la ilusión de un escenario donde los protagonistas ofrecen «realmente» su vida ante el espectador, llegan por decirlo así a su mayoría de edad. La primera experiencia se emitió en una televisión sueca, de la mano de Charlie Parsons. La llamada 'Expedición Robinson' se convirtió después en 'Supervivientes' y fue un fenómeno mundial. Un poco más tarde, 'Gran Hermano', la idea de John de Mol, vino a confirmar la validez comercial de un formato que revolucionaba el mundo de la televisión y que, en España, sigue teniendo una aceptación notabilísima.

La característica más destacada de los 'realities', con todas sus variantes, es que se trata de un programa estrictamente televisivo, que no se entiende sin tener en cuenta el lenguaje peculiar de la pequeña pantalla y que no se refiere a ninguna tradición anterior, como pasa con el resto de la parrilla. Los 'realities' no responden a ninguna herencia sino que se ofrecen como generación espontánea del medio. Más allá de su valoración ética o de la explotación, hasta la saciedad, de sus recursos, pueden observarse como un invento que satisface los deseos de una mayoría: vivir en directo, y de manera vicarial, las vicisitudes de unos personajes – famosos o que acabarán siendo– en su más pura (o guionizada) desnudez. El paso adelante de los 'realities' a un canal de abono ('El puente', en Movistar+) nos introduce en un nuevo universo. Tanto la popularización del pagar por ver como la demanda de estos programas, invitan a la reflexión.