ARTÍCULOS DE OCASIÓN

La falta de atractivo de la virtud

TRUEBA

TRUEBA / periodico

DAVID TRUEBA

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Cuando era estudiante de eso que ahora se llama la ESO, leí con cierta desgana las 'Cartas marruecas' de José Cadalso. Ignoro si continúan alzándose con el privilegio de ser lectura obligada en la edad escolar, pero he vuelto a ellas con cierta frecuencia gracias a la familiaridad que me brindó la lectura preceptiva. En los días en que estalla de manera más desasosegante la corrupción política sembrada en España por unos usos y costumbres que podríamos ya calificar de habituales, es bueno recuperar unos párrafos escritos en torno a 1774. "Hay políticos de una especie tal que son hombres que de noche no sueñan y de día no piensan sino en hacer fortuna por cuantos medios se ofrezcan. Las tres potencias del alma racional y los cinco sentidos del cuerpo humano se reducen a una desmesurada ambición en semejantes hombres. Ni quieren, ni entienden, ni se acuerdan de cosa que no vaya dirigida a este fin. La naturaleza pierde toda hermosura en el ánimo de ellos. Un jardín no es fragante, ni una fruta es deliciosa, ni un campo es ameno, ni un bosque frondoso, ni las diversiones tienen atractivo, ni la comida les satisface, ni la conversación les ofrece gusto, ni la salud les produce alegría, ni el amor les presenta delicia, ni la juventud les fortalece. Nada importan las cosas del mundo en el día, la hora, el minuto, que no adelantan un paso en la carrera de la fortuna".

No es, pues, aventurado concluir que uno de los grandes temas de la literatura española es el asombro que produce la corrupción de cargos institucionales y líderes de opinión. Puede que la historia de España sea la misma historia de todos los países, pero como hemos tenido la suerte de gozar de grandes escritores, ya dejaron constancia de su desespero ante algo supuestamente irremediable. El abandono del ciudadano por la codicia de sus representantes políticos es un asunto actual y arcaico al mismo tiempo. La sustitución del talento por la mala intención y de la inteligencia por la viveza y la picardía son un argumento inmarchitable de nuestro teatro de todos los días.

Pero si algo también es imperecedero en nuestros mejores escritores es su resistencia a dejar de ofrecer una ventana de superación, un modelo para evitar las tentaciones y un apunte de luz para las generaciones venideras, aunque sean dados ya por perdidos, con esclarecedor fatalismo, los años que nos han tocado vivir. Así Cadalso puntualiza: "Entre ser hombres de bien y no ser hombres de bien no hay medio. Si lo hubiera, no sería tanto el número de pícaros. La alternativa de no hacer mal a alguno, o de atrasarse uno mismo si no hace mal a otro, es de una tiranía tan despótica que solo puede resistirse a ella por la invencible fuerza de la virtud. Pero la virtud está muy desairada en la corrupción del mundo para tener atractivo alguno. Su mayor trofeo es el respeto de la menor parte de los hombres". Alcanzar, pues, ese trofeo del respeto de la menor parte podría ser la guía para reformar nuestra democracia y a sus protagonistas.