DOS MIRADAS

ETA y Puigdemont

Las comparaciones tienden a la hipérbole y cargan las tintas en los adversarios políticos mientras enaltecen las bondades de las ideas propias

EMMA RIVEROLA

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Don Quijote lo tuvo claro: "Las comparaciones son siempre odiosas y mal recibidas". Su máxima nunca ha calado en el discurso del <strong>'procés</strong>', con tanta querencia a reflejar el actual y futurible escenario catalán a través de otras realidades. Para lo bueno y para lo malo. A medida que nos aproximamos a no se sabe dónde, el lenguaje se va tornando más afilado.

Las comparaciones tienden a la hipérbole y cargan las tintas en los adversarios políticos mientras enaltecen las bondades de las ideas propias. La última (y desafortunada) analogía la ha protagonizado <strong>Puigdemont </strong>al comparar la tenacidad y el valor de tantos en la lucha contra <strong>ETA </strong>con el <strong>proceso independentista</strong>: "De aquí a unos años diremos lo mismo. Hemos conseguido todo lo que el pueblo de Catalunya se ha propuesto porque hemos persistido, porque no renunciamos".

TERRENO RESBALADIZO

Desde las filas independentistas, se ha equiparado el Estado español a Turquía, se ha tachado de régimen autoritario y antidemocrático. Ahora, además, es asimilado a ETA. Con tanto exceso se pierden las razones.

El Gobierno del Partido Popular es solo un Gobierno de derechas, incapaz, corrupto y centralista. ¿Qué llevó a Puigdemont a tratarlo de "desaforado gigante" cuando solo es un molino de viento? O ha perdido la empatía o el interés por convencer a ajenos, o algo peor. Resbaladizo terreno, el de las comparaciones. Frente a los gigantes siempre puede haber quien se anime a descargar una lanza contra el aspa.