ANÁLISIS

La estrategia del azar

No hay estrategia en las decisiones que han precedido al 21-D, como tampoco la hay sobre los pactos posteriores a estas elecciones trascendentales

Carles Puigdemont, en el pleno de suspensión de la DUI del 10 de octubre en el Parlament

Carles Puigdemont, en el pleno de suspensión de la DUI del 10 de octubre en el Parlament / JULIO CARBO

OLga Grau

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El azar y la improvisación se han adueñado desde hace tiempo de la escena política y se han normalizado peligrosamente en paralelo al auge del conflicto entre el Estado y las instituciones catalanas. No hay estrategia en las decisiones que han precedido al 21-D, como tampoco la hay sobre los pactos posteriores a las elecciones trascendentales que tienen lugar en Catalunya. Todo se va improvisando, según se suceden los acontecimientos. La manera como se produjo la declaración unilateral de independencia (DUI) del 27 de octubre en el Parlament de Catalunya fue improvisada y a punto estuvo de no hacerse, pese a la solemnidad y a la épica con la que el tiempo reviste los hechos pasados. 

La fuga de Carles Puigdemont y parte de su equipo a Bélgica dos días después tampoco fue premeditada, pese a que ahora se pueda dibujar un relato basado en que hubo un plan para preservar a la Generalitat en el exilio tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución. La campaña política catalana se ha producido bajo unas condiciones absolutamente anómalas en las que nadie se atreve a realizar pronósticos sobre resultados ni estrategias de futuro debido a la fuerte polarización. 

Los dos partidos independentistas han defendido públicamente que Puigdemont es el president legítimo que hay que restaurar, pero a la vez han aceptado concurrir a unos comicios convocados bajo el 155 en competencia entre ellos, peleando hasta el último minuto para arañarse votos mutuamente en una guerra fraticida que no es nueva. Y durante la campaña ni ERC ni JxCat han aclarado quién es el candidato que acabarían votando como president o presidenta, en caso de obtener la mayoría el bloque independentista, teniendo en cuenta que no es previsible que a corto plazo Puigdemont puede regresar de Bélgica y Oriol Junqueras salga de la cárcel para poder ser investido. 

La improvisación y el azar no son males exclusivos de los independentistas, impregnan a todas las fuerzas. Mariano Rajoy deberá gestionar, sea cual sea el resultado electoral del 21-D, el conflicto abierto con Catalunya. Y esto debería producirse bajo todas las circunstancias posibles: repetición de la mayoría independentista, suma de las fuerzas constitucionalitas o bloqueo político y repetición de las elecciones. No parece que Rajoy, experto en no tomar decisiones, tenga una hoja de ruta clara. Y menos en medio de una legislatura precaria con una minoría nunca antes vista en la historia constitucional del país.

La política nunca había estado tan sometida al azar como en la actualidad. Esto no se explica tan solo por la ausencia de mayorías políticas, si no por la falta de visión a medio y largo plazo de los líderes políticos a la hora de prever y gestionar la realidad y de anticipar los problemas que pueden aflorar. El trabajo del político es también gestionar lo imprevisible, lo que se pueda derivar de situaciones repentinas, pero priorizando una agenda política trazada con coherencia. Cuando la única estrategia de la política es la improvisación, el azar deja de traer suerte. Justo cuando más se la necesita.