Estamos vivos de milagro

RAMÓN LOBO

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Durante la guerra fría se decía MAD (Mutual Assured Destruction, destrucción mutua asegurada) para referirse al equilibro de terror entre EEUU y la URSS. Evitar la confrontación parecía más ventajoso que la aniquilación garantizada de las dos superpotencias y del resto del planeta.

Sobre esta idea nació una disparatada carrera de armamentos y gastos. El objetivo era mantener al otro convencido de la vigencia permanente del MAD. Si una parte mejoraba la precisión o aumentaba la carga y el número de misiles balísticos, la otra igualaba o superaba el envite. Una muestra de aquel mundo paranoico es la película 'Doctor Strangelove' de Stanley Kubrick, que aquí se tradujo por un casi delictivo '¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú'.

En inglés, Mad también significa loco. Siempre se hicieron numerosas bromas con el doble sentido de las siglas que regían las relaciones atómicas entre EEUU y la URSS, que ante los riesgos redujeron su pugilato ideológico a un tablero mundial de ajedrez convencional en el que los países, con sus personas dentro, eran meros peones de una locura paralela. Este juego de fichas y casillas costó millones de muertos en África, Indochina y América Latina.

'The New York Times' publicó esta semana la lista de objetivos nucleares de EEUU en los años 50. La información puede consultarse en los Archivos de la Seguridad Nacional. Entre los objetivos seleccionados para golpear en caso de guerra se encuentran áreas de la extinta URSS, Europa del Este y China. Destacan 179 objetivos en Moscú, 145 en Leningrado y 91 en Berlín Este. Un juego peligroso.

PROYECTO DE DOCUMENTAL

William Burr, analista del archivo y director de un proyecto de documental sobre la historia nuclear, declaró a 'The New York Times': "Me resultó perturbador comprobar que los centros de población eran objetivos”. El diario explica que el acceso a la lista se ha logrado gracias la tenacidad de un grupo de trabajo de la Universidad George Washington. Han tardado nueve años en lograr los permisos oficiales.

En el fondo tienen suerte: en España aún están bajo secreto numerosos documentos de la guerra civil y la dictadura, cuando no fueron destruidos en 1977 bajo la orden del entonces ministro Rodolfo Martín Villa, un exfalangista que se protegía y protegía a otros camaradas de su fe política. En esto, EEUU también nos lleva ventaja.

Los objetivos están identificados de forma genérica a través de códigos, sin concretarel nombre y la dirección.Estos detalles siguen, de momento, en una esfera reservada. El documento tiene 800 páginas y está marcado con dos palabras que hacen salivar a los periodistas y a los investigadores: 'top secret'.

Cada objetivo mencionado, por ejemplo los 179 de Moscú, tenía asignado una bomba nuclear que sería lanzada desde un avión o desde un submarino. En los años 50, el poder destructor de aquellas bombas era varias veces las de Hiroshima y Nagasaki. El diario neoyorquino informa de que en 1959 EEUU tenía armas atómicas que sumaban los 20.000 megatones, suficiente para borrar la especie humana de la tierra. También asegura que en 1959, EEUU disponía de un arsenal 10 veces mayor que el soviético.

Se ha defendido en varios medios y ocasiones que la presión estadounidense obligó a la URSS a lanzarse a una carrera de armamentos en los años 60 y 70, hecho que resultó clave en el posterior hundimiento del país y del régimen. La URSS de Kruschev y Brezhnev no tenía capacidad ni músculo financiero para sostener el duelo nuclear.

LECTURAS PERTURBADORAS

Una de las lecturas perturbadoras que deja el documento es el clima de enajenación política que regía en aquellos tiempos en la CIA y el Pentágono; el mismo clima que generó la guerra sucia en América Latina, el embargo a Cuba, los golpes de Estado, invasiones y guerras civiles de Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Panamá, o la más reciente en Colombia, o las locuras de Corea del Norte, Camboya o Etiopía.

Desde un anticomunismo sin matices se violaron leyes, principios y valores. Después del 11-S se abrió el cajón de las cloacas del Estado y comenzó lo que sabemos: Irak, Afganistán, Siria, Guantánamo, las cárceles secretas, las torturas.

También existe una segunda lectura que nos afecta: en democracia no pueden existir zonas secretas donde un grupo de salvadores decide quién tiene derecho a vivir y quién debe morir. De eso trata la última película de Steven Spielberg, 'El puente de los espías', que la diferencia entre los buenos y los malos reside en el respeto de los principios y la legalidad. Es una buena enseñanza para los tiempos que vivimos.