Al contrataque

En nombre de Salou

ERNEST FOLCH

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Había una vez un mundo en el que la primavera la anunciaban el canto de los pájaros, el polen o El Corte Inglés. Desde hace pocos y desgraciados años sabemos que ha llegado gracias a unas hordas de jóvenes borrachos de raza británica que llegan para celebrar el advenimiento en Salou. En la era de los eufemismos, esta congregación de seres en coma etílico recibe el delicado nombre de Saloufest, cuando en realidad todos sabemos que debería llamarse Saloudrugs o, mejor aún, Salousex. Nos llegan estos días imágenes dantescas y por suerte ya previamente censuradas que parecen sacadas de una pesadilla, con individuos desmayados en las aceras, borrachos caminando desnudos por la calle con los ojos en blanco y rastros de latas de cerveza y demás escombros posmodernos.

Los zombis de importación llegan a oleadas, y la mala noticia es que esta es solo la primera: hasta el 18 de abril prepárense para recibir dos más. Este año la última aportación a nuestro particular I+D de la borrachera es que les hemos abierto las instalaciones del mítico Reus Deportiu, con la previa autorización del Ayuntamiento, para que destrocen el césped y se paseen en pelota picada para celebrar la entusiasta acogida que les prestamos. No se preocupen, porque ahora que llegan las elecciones ya verán que empezaremos a oír que Catalunya debe ser como Massachusetts, pero mientras tanto, en el mundo de los hechos y no de las palabras, rebaños de posadolescentes semiinconscientes campan a sus anchas por el litoral de Tarragona en nombre de este pretendido progreso económico que nos traerá un día BCN World.

La cultura y el alcohol

En un país con un mínimo de autoestima, esta degradación subhumana que se hace llamar Saloufest se disolvería en el acto, pero aquí la repetimos porque no hay más proyecto que plegarse una temporada tras otra al poder de los lobis hoteleros locales que presionan para mantener esta megarave perfectamente legalizada. Se nos dirá la falacia habitual, es decir, que todo es por la pasta, como si solo hubiera una alternativa, y se realizará el chantaje de siempre, que es amenazar con despidos si se propone un cambio de modelo. Pero decenas y decenas de ayuntamientos catalanes desmienten esta teoría cada año dedicando recursos a multitud de festivales de teatro, música, danza o cocina y llenando plazas hoteleras con proyectos. Estos sí ayudan a vertebrar el territorio. La cultura termina siempre siendo más rentable que el alcohol, por mucho que pretendan lo contrario intereses combinados de cuatro políticos y empresarios. Este Salou humillado por el vómito de miles de turistas fue un día el paraíso de los veraneantes con una playa de ensueño. El primer y minúsculo paso para recuperar el paraíso perdido es prohibir el Saloufest. Prohibir: sin matices ni eufemismos. Basta ya. En nombre de Salou.