MIRADOR

El delito de Diana

NEUS TOMÀS

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Hace años que conozco a Diana Garrigosa, una mujer con carácter, como bien saben algunos de los que estos días han intentado vilipendiarla. Su delito: intentar que su marido sea feliz. Si alguien sabe cómo está y qué quiere el expresident Pasqual Maragall es ella, la que sufre a su lado sin perder la sonrisa, la que sin ser médico se ha convertido en una experta en alzhéimer, la que ha arañado más horas de las que tenía para buscar recursos destinados a investigar la enfermedad. Diana es ahora tan indomable como lo era cuando Maragall fue alcalde, bondadosa como demostró cuando el PSC fue a buscar a su marido a Roma porque sabían que solo con él podrían llegar a la presidencia de la Generalitat. Una mujer que sigue siendo tan coherente como cuando se negó a jugar el papel de primera dama de Catalunya o cuando después, dolida por la bajeza que demostraron algunos dirigentes, rompió el carnet del partido.

Eso incomodaba y molesta a aquellos que no entienden que la vida es algo más que cumplir órdenes, que en los partidos hay quien es capaz de pensar por cuenta propia, que la familia está por encima de unas siglas, y que hay un principio llamado respeto que debería no perderse (tampoco en campaña). A nadie como a sus allegados les duele ver a Maragall  con la mirada perdida, sea en un mitin o en casa. En eso debería estar todo el mundo de acuerdo, ¿no? Pero si la mirada ausente está acompañada de una sonrisa, vale la pena cambiar los planes y someterse a los focos de los que se huye a diario, ¿no?

Seguramente es una pregunta retórica y no obtendrá respuesta, aunque ojalá sirva de reflexión:  ¿Acaso Alicia Sánchez-CamachoEsperanza Aguirre Joaquín Leguina, por citar algunos de los que han criticado la presencia del  expresident y su esposa en un mitin en el que actuaba su hermano Ernest, han intentado, por un segundo, ponerse en la piel de la familia Maragall? ¿Están seguros de que si hubiese sido su esposo, su padre o su hermano, se habrían  atrevido a prohibirle que acudiese a un acto al que quería ir? Es verdad, en política no todo vale.