Los criterios de la justicia

¿Distinto rasero?

Los similares problemas con Hacienda de una infanta y un futbolista reciben trato judicial diferente

ANTONI SERRA RAMONEDA

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«La justicia es igual para todos» es una altisonante frase que gustan de repetir una y otra vez los responsables, próximos o lejanos, de su administración. El pueblo llano, más escéptico, sustituiría el contundente verbo por un «debería ser» prudente y realista, consciente de que el quehacer humano es siempre imperfecto. Y más aún cuando maneja un concepto tan etéreo y subjetivo como es el de justicia. Están ahora sub iudice dos casos de fraude fiscal a mi modesto entender muy similares aunque sus protagonistas pertenecen a castas -empleemos el término de moda- muy distintas. Habrá que ver si esta vez se cumple lo que para unos es un hecho y para otros una aspiración.

El primero lo protagoniza un futbolista que quienes entienden tildan de malabarista genial. Sus admiradores más acérrimos aseguran que es el mejor de la historia. Desde tempranísima edad su actividad se ha concentrado, casi diría que limitado, a manejar el balón y mejorar su actividad física. Parco en palabras, y también modesto en sus expresiones de júbilo cuando realiza una hazaña sobre el césped, no se le conocen inquietudes más allá de las que genera su profesión. Como es de suponer sus ingresos alcanzan cifras exorbitantes. Si de su club percibe unos emolumentos que le hacen el jugador mejor pagado del mundo los derechos de imagen también son muy sustanciosos. La administración de este río de dinero, y de la fortuna ya acumulada, corre a cargo de su padre que empezó a ejercer esta tarea cuando su hijo, aún menor de edad, ya convertía en oro sus virtudes balompédicas.

Pero parece que el progenitor no fue muy cuidadoso en el cumplimiento de sus obligaciones tributarias. De ahí que tuviera que pagar 53 millones de euros por los atrasos acumulados y las correspondientes sanciones. Hubo pues fraude fiscal. Resta por dilucidar si en el banquillo se sentará solo el padre o también el hijo. La Abogacía del Estado no admite la alegación de la defensa de que el hijo, cuyos estudios se limitaron como mucho a la educación obligatoria, no disponía de conocimientos y de tiempo para el manejo de su fortuna. Todo indica que los medios de comunicación tendrán ocasión de mostrar al astro sentado en el banquillo. La 'pena de telediario' no se la quitará nadie, cualquiera que sea la sentencia final.

Esmerada educación y elogiable empeño

Una dama de alta cuna y sangre muy azul, cuya esmerada educación y elogiable empeño le llevaron a conseguir una licenciatura universitaria, está también involucrada en un procedimiento judicial. La raíz del caso es también de índole fiscal pues parece que a medias con su marido constituyeron unas sociedades a las que cargaban una serie de gastos en puridad domésticos, lo que les permitía ahorrarse sustanciosas sumas en impuestos. Que ha habido delito tributario no parece admitir duda. La discusión es si en el banquillo se deben sentar ambos cónyuges o solo el marido. La defensa, lógicamente, aboga por la última solución.

Aduce que la dama, a pesar de compartir lecho, estaba totalmente al margen de estas triquiñuelas y que, incluso en el supuesto de haberlas conocido, no hubiera tenido criterio para discernir sus tintes fraudulentos. Por ello, como máximo, debería obligársele a abonar la parte correspondiente de la sanción administrativa pero no ser sometida a un juicio que podría tener consecuencias penales. Curiosamente, el fiscal y la Abogacía del Estado sostienen al pie de la letra la misma tesis. Solo el juez instructor discrepa de ella y, erre que erre, insiste en verla en el banquillo.

La trama parece extraída de una novela rosa. En el mismo cesto cohabitan un jugador de fútbol, de origen modesto, acostumbrado a oler a sudor y a linimento, cuya notoriedad y riqueza nacen del ejercicio físico, con una señora que por su cuna siempre ha vivido en palacios y lujosas mansiones y cuyo trabajo consiste en colaborar desde Suiza en la gestión de la obra social de una entidad financiera. Ambos han cometido, presuntamente, infracciones similares, aunque de distintas cuantías y complejidad. Ambos tienen sobre sus cabezas la misma espada de Damocles: sentarse en un banquillo para ser sometidos a un juicio que pudiera derivar en penas de reclusión. Pero la postura que la Abogacía del Estado mantiene sobre uno u otro es totalmente dispar. Sería interesante conocer la opinión popular sobre cuál de los dos disfrutaba de mejores condiciones para ser consciente de que su padre o su cónyuge, respectivamente, incumplía la normativa tributaria y de que ellos se hacían cómplices al firmar los documentos que les presentaban. No estoy seguro de que los resultados de la posible encuesta coincidieran con la opinión de la Abogacía del Estado y de algunas eminentes figuras que participan en esta tragicomedia.