El conflicto vasco

Del gesto a la palabra

Si Euskadi opta por el simple olvido del pasado terrorista, se justificará cualquier tipo de violencia

REYES MATE

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Hace unos días Gesto por la Paz se autodisolvió como organización después de 28 años de elocuente silencio contra la violencia etarra y aledaños. Era difícil encontrar un nombre más ajustado para denunciar tantos asesinatos, secuestros, torturas y extorsiones en un clima de miedo generalizado. En aquella sociedad vasca había cómplices, como el mundo aberzale; había calculadas distancias, como la de la Iglesia vasca; había silencios vergonzantes, porque la palabra crítica costaba cara y pocos tienen madera de héroes. Pero también había gente de bien que, independientemente de cualquier posición política o ideológica, no podía aceptar el asesinato como argumento político. Alguien entendió que toda esa gente venida de cualquier rincón de la historia podía unirse en lo mínimo, en un ademán de protesta. Así nació Gesto por la Paz.

El gesto es más universal que la palabra. No necesita explicación. Cuando saludamos a alguien con un leve gesto de la cabeza o de la mano no pretendemos transmitirle ninguna información sino sencillamente darle a entender que le hemos reconocido, que existe para nosotros, que nos encontramos de igual a igual. Juntarse en un lugar público después de un asesinato es suficiente para deslegitimar la violencia sin necesidad de discutir con los violentos sobre la bondad de la futura patria vasca o sobre los males de la situación actual. Del fondo de la humanidad que habita al ser humano nace un grito de protesta contra la muerte del hermano. Algunos entendieron que quizá un gesto mudo podría convocar entre los amigos y vecinos el sentimiento humanitario de ¡no matarás!. Gracias a ese gesto «la sociedad vasca quizá no se avergüence demasiado de sí misma», ha dicho Manu Zubero, uno de sus responsables.

Con el abandono de las armas por ETA, Gesto por la Paz ha entendido que se cierra la era del gesto y se abre la de la palabra. No es que haya llegado el momento de pasar página. No se trata de poner el contador a cero, sino de iniciar un nuevo camino, y para eso hay que hablar, dar y pedir explicaciones, analizar el desastre y escuchar a las víctimas. Ha llegado el momento de hablar de las cuestiones pendientes.

En primer lugar, ETA debe reconocer que escogió el camino equivocado. No ha ganado nada pero ha llenado la sociedad de sufrimiento en unos y vergüenza en otros. No le queda más camino que disolverse y emplear todas sus energías en deshacer el camino.

Al entorno político hay que recordarle que tiene pendiente una cuenta moral. Gracias a su apoyo los pistoleros pudieron hacer su trabajo. No puede pensar ahora que el éxito electoral borra su responsabilidad. Tiene medios institucionales para imponer relatos y memorias a su antojo, pero si no se enfrenta críticamente a su pasado impedirá un nuevo comienzo en la sociedad vasca. Este capítulo es el más difícil, porque el tiempo juega a favor del olvido. Hay tal hartazgo por tantos años de plomo que la gente quiere quitarse de encima hasta el recuerdo. Si al final se impone la idea de solo mirar hacia adelante, se conseguirá lo contrario, a saber, una sociedad rehén de su pasado. Si la respuesta a tanta violencia, ejercida o amparada, es el olvido, ¿qué impedirá volver a ella, aunque sea bajo otras formas, si al final todo se olvida? Mal servicio de estos patriotas/aberzales a su patria.

Hay que hablar de los presos, por supuesto, y hay que decirles desde el lado que ha sufrido su delictiva actividad que se les necesita, que son importantes para ese nuevo comienzo. Pero no de cualquier manera. Si salen como entraron, todos habremos perdido. Se espera de ellos que reconozcan que matar a alguien por ideas políticas, es sencillamente matar a alguien. A partir de ahí tienen un camino abierto que les llevará a valorar la vida, la de los otros y la suya. Quien en la cárcel haya hecho esa experiencia, será de gran ayuda fuera de sus muros.

Hablamos de un nuevo comienzo. El tiempo pasa y vemos que no ocurre nada nuevo. Estamos perdiendo un tiempo precioso con estrategias de corto alcance. Deberíamos volver al principio, a la razón de ser de Gesto por la Paz. Su protesta silenciosa era un gesto de solidaridad con las víctimas. Aunque se vaciaran mañana todas las cárceles, aunque Sortu ganase todas las elecciones, aunque el pueblo vasco se entregase a una vida feliz sin sombra de mala conciencia, aunque todo un manto de silencio cubriese la superficie del territorio vasco, estarían las víctimas pidiendo justicia. Esa demanda ya es imborrable porque no hay manera de saldarla, por eso siempre estará ahí. Piden justicia, al menos esa forma modesta de justicia que es la memoria de la injusticia que se les hizo. Si se opta por el olvido, estaremos justificando cualquier tipo de violencia o de injusticia en política. Hay que hablar. Filósofo e investigador del CSIC.