Pequeño observatorio

Curiosa dignificación de los maestros

Un profesional es quien se dedica a una profesión; un maestro, alguien que enseña

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Una de las aficiones de la dictadura franquista fue la grandilocuencia. Pero no significó una novedad, porque el barroco ya era importante en el arte español.

Allá por los años 70 ya se podía comprobar que había una evolución del léxico que no era una imposición política sino un hecho social. A menudo entran en juego unas palabras que son usadas y arrinconan o expulsan a otras. Es el caso de maestro y profesor.

Tiempo atrás me dediqué a recoger algunas interpretaciones de las palabras, y de aquella curiosidad solo conservo un texto de una ponencia de las Cortes que proponía profesor en sustitución de maestro. La justificación me parecía, y me parece ahora, francamente absurda: «Al calificar al maestro de profesor se pretende, singularmente, dignificar más a estos profesionales y suprimir la expresión peyorativa de maestro de escuela».

¿No es grotesco que para «dignificar» un oficio se le cambie el nombre? Un profesional es simplemente quien se dedica a una profesión, mientras que un maestro es la persona que enseña una ciencia, un arte, un oficio. ¿No es absolutamente respetable hablar de un maestro de música, de un escritor que es maestro de la prosa, de un maestro cocinero?

La idea de maestro está vinculada a magisterio. Aún hoy esta palabra está viva para denominar el conjunto o la actividad de los maestros, y aún no se ha inventado, por fortuna, la palabra profesionalerio. En cambio, la expresión maestro de escuela es muy significativa. Atención, pues, a la voluntad de sustituir los matices, que son indicativos con la precisión de una realidad concreta.

«Maestro de primaria», por ejemplo, es una expresión clara y objetiva. No estoy muy al tanto del mundo escolar, pero no me extrañaría que lo de primaria fuera considerado peyorativo. Quizá sería más digno Manuno, o sea Maestros de Alumnos de Nivel Uno. Después vendrían el Mandos, el Mantres...