La contrarrevolución europea

El calendario político europeo que se avecina será determinante para ver si el descalabro de la UE se confirma o los estados toman la iniciativa

norbert hofer  ELECCIONES AUSTRIA

norbert hofer ELECCIONES AUSTRIA / periodico

DÍDAC GUTIÉRREZ-PERIS

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En uno de los mejores textos sobre el voto anti-'establishment', Catherine Fieschi, directora del think tank Counterpoint, explica como el populismo se nutre de un cambio fundamental en la forma que tenemos de debatir. Teniendo en cuenta que el espacio público se ha ensanchado colosalmente con la llegada de las redes y que el pensamiento analítico se ha descentralizado, el reto consiste a volver a recuperar el terreno frente al descrédito y la negación generalizada, sintetizado en la invectiva de ‘¿y eso porqué, porqué lo dices tú?’.

El problema, como apunta Fieschi, es que esa misma actitud, aplicada a la política y al debate público, deriva rápidamente hacia actitudes como el cinismo, la conspiranoia, la xenofobia y en general hacia una crítica visceral hacia las instituciones. Unas instituciones que precisamente necesitan todo lo contrario, es decir absorber toda la creatividad posible para reformarse y abrirse a los desafíos del siglo XXI. Inmersos en este nuevo marco, el calendario político europeo que se avecina será determinante para ver si el descalabro se confirma, o si de lo contrario la Unión Europea y los estados miembro dejan de ser espectadores de lujo de su propio hundimiento.

El 4 de diciembre será decisivo por partida doble. En Italia no se celebran elecciones, si no un referéndum aparentemente inofensivo sobre un nuevo modelo bicameral. Sin embargo, al haber condicionado su futuro al resultado, Matteo Renzi ha transformado lo que era una consulta en unos comicios, con Beppe Grillo liderando ‘la oposición’, y Silvio Berlusconi aprovechando para volver a la palestra. Los austríacos por su lado deberán escoger entre Alexander Van der Bellen,A candidato independiente respaldado por los ecologistas y Norbert Hofer, el candidato de la extrema derecha, de momento con una ligera ventaja. Ninguno de los candidatos pertenece a los dos grandes partidos austríacos, algo que no ocurría desde 1945.

La Francia de Le Pen

En abril, Francia se verá confrontada a una situación similar con la posibilidad de que Marine Le Pen llegue a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Jamás el ‘motor’ franco-alemán habrá estado tan en peligro. Con motivo de esas elecciones el think tank Demos ha publicado un primer estudio sobre las mejores formas de reducir la popularidad del Frente Nacional. Los resultados apuntan a un mix de argumentos como ‘mejorar la economía’, ‘reducir la inmigración’, ‘tener líderes políticos que nos inspiren’, y ‘reforzar los valores franceses y la ciudadanía en las escuelas’. En definitiva, un conjunto de elementos que permiten confirmar el diagnóstico del voto anti-'establishment': miedo a las mutaciones aceleradas, sensación de perder su estatus frente a las desigualdades, el desempleo, e inadecuación de algunas de nuestras pedagogías en un mundo interdependiente.  

Aunque el riesgo ha dejado de ser ciencia ficción desde hace algunos meses. Los gobiernos actuales en Polonia y Hungría han sido advertidos por violar repetidamente el estado de derecho, como lo demuestra este mes el cierre del periódico húngaro de oposición 'Nepszabadsag'. El problema es que asistimos impávidos como el populismo de extrema derecha accede al poder mientras que la Unión European está poco preparada para intervenir de forma decisiva. Ejemplo de ello es que a pesar de los discursos críticos por parte del vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans, la Unión todavía duda en aplicar el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea, el cual prevé sanciones en caso de “violación grave y persistente del estado de derecho”. Aunque en este caso el problema no es tanto el titubeo político, si no la débil capacidad de aplicación del artículo, pues requiere la unanimidad del Consejo Europeo y los 28 jefes de gobierno. En otras palabras, la Unión dispone de instrumentos insuficientes mientras Viktor Orban y Beata Szydlo se sigan cubriendo el uno al otro.

¿Cómo hay que reaccionar frente a esta espiral del repliegue? Una de las posibles respuestas es la creatividad política, nuevas ideas que sin miedo permitan renovar el arsenal legislativo, comunicativo, económico y educativo en pro de la igualdad y la confianza. Sin un golpe de timón, Europa se asoma peligrosamente a tiempos ‘contrarrevolucionarios’.