GEOMETRÍA VARIABLE

Las contradicciones del 'caso Rato'

JOAN TAPIA

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Como no soy Cristóbal Montoro, ni el director de la Agencia Tributaria, ni la fiscala general del Estado, no pretendo saber lo que ha pasado. Pero me queda Descartes: "pienso, luego existo".

Primero. Que el vicepresidente económico de José María Aznar, uno de los grandes popes del PP, se haya acogido a la amnistía fiscal es un escándalo mayúsculo. No va a ayudar nada al partido del Gobierno que promulgó la discutida amnistía. Nadie dirá que el PP está muerto --como se dijo de CDC tras las confesión de Pujol-- pero queda tocado.

Segundo. Que se filtre un nombre de los 30.000 amnistiados, y de los algo más de 700 sospechosos de blanqueo, es extraño. Indica que algo no funciona bien en Hacienda, pero puede ocurrir. Es más sospechoso que el nombre que se filtre sea el de Rodrigo Rato. Como los gobiernos no acostumbran a suicidarse, habría que colegir que por los motivos que sean (personales, justicieros o ideológicos) alguien de la Agencia Tributaria se fue de la lengua.

Tercero. Pero luego es muy poco racional que un oscuro funcionario, o alto responsable, pueda solicitar, sin permiso superior, una orden de detención y registro de un antiguo vicepresidente económico. Y que se recurra a un juzgado de Madrid para hacer una operación rápida cuando Rato ya es "cliente" de la Fiscalía Anticorrupción por el 'caso Bankia' (y el alzamiento de bienes del que al parecer se le acusa se habría hecho para eludir la fianza de ese caso). Parece, pues, que el montaje y el encargo de la detención a la policía de aduanas (cuando el riesgo de fuga es mínimo pues Rato está "protegido" por la Policía Nacional) pretendía la foto, las tomas de televisión y las portadas de los diarios con el exvicepresidente con la mano de un agente policial sobre su cabeza.

Cuarto. ¿Quién ha sido? Si esa operación la monta un funcionario de la Agencia Tributaria es que Hacienda no funciona. Si parte del Gobierno es peor. El ministro de Hacienda -que hizo la ley de amnistía-debe ser consciente de que "la sangre" no ayuda. El ministro de Economía debe oler que no le favorecerá para el Eurogrupo. El presidente sabe que Rato no es Pujol... pero tampoco Ana Mato, y que el PP está ante unas elecciones complicadas.

Quinto. No es descartable del todo que un Albert Boadella de Hacienda montara el operativo. Contra el Partido Popular. Ni que el Gobierno se inclinara por un auto sacramental. Quizás ha sido una combinación de las dos cosas. Un accidente (la filtración), en un ambiente general de cabreo, un trasiego nervioso del expediente, de miedo del Gobierno a que se le acusara de parar un escándalo capital. Que no pasara con Rodrigo lo mismo que con Luis (Bárcenas), al que quedó claro que se le protegió y se le "indemnizó en diferido". Al final, una falta de carácter para mandar lo que había que mandar: enviar el expediente (bien concluido) a la fiscalía general del Estado y que el exvicepresidente Rato se atuviera a las consecuencias. Sin circo. Al final, bastante impericia.

Sexto. Una democracia seria no puede tener una administración tributaria competente --la española lo es--, pero bajo sospecha de ser manipulada por el poder o por inspectores "justicialistas". Habrá que pensar en que la Agencia Tributaria sea un órgano independiente con un presidente elegido por el Congreso de los Diputados por mayoría cualificada (superior a la absoluta). Nadie responsable debería afirmar que una lista sensible de Hacienda es "la pera patatera".

LIMBO JURÍDICO

Séptimo. La detención expeditiva de Rodrigo Rato y su actual situación en un limbo jurídico, sin haber declarado ante el juez y sin que se sepa el órgano judicial competente, indica que el Estado de Derecho deja mucho que desear. Malo.