Dos miradas

Complejidades

EMMA RIVEROLA

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«España no sabe ni cómo hacer Gobierno ni cómo gestionar la complejidad. Podría tomar nota de cómo hemos hecho las cosas», afirmó Carles Puigdemont en el Parlament. Obviando el inapropiado ataque de vanidad nacionalista (inapropiado por el eterno y agónico proceso de formación del Govern), es evidente la incapacidad de los políticos españoles para gestionar la complejidad. Pero ¿y los políticos catalanes? ¿Están sabiendo gestionar su propia complejidad? Con una mayoría parlamentaria favorable a la independencia, pero un 52% de los votantes contrarios a ella, la situación es endiablada. Aferrarse a los porcentajes sirve para alimentar discursos, pero la realidad es que media Catalunya mira a un nuevo horizonte y la otra mitad, al Ebro. Lo peor es asistir al espectáculo de la negación, en la que políticos o entidades sociales o medios públicos se comportan como si solo existiera una de esas dos mitades. Esa reiterada apropiación de lo que 'Catalunya quiere', esa irritante y fatua superioridad moral de quienes se arrogan una sabiduría mayor que la de las urnas, ese entusiasmo para emprender la marcha o quedarse petrificado, mientras la mitad de la población se sienta en el camino a esperar un autobús. Es imposible gestionar la complejidad ignorándola o renunciando a ella. Jugar a esquivar la ley o a ningunear a los que piensan diferente no es gestión, es imposición. Así que pocas lecciones podemos dar.