Editoriales

Compás de espera en Grecia

Obama presiona para resolver ya el caso y Francia reconoce que la salida es una opción que Europa no debe aceptar

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La rotunda victoria del no en el referéndum griego del pasado domingo de poco ha servido para despejar la solución al problema de Grecia, pospuesta hasta el domingo. A lo sumo ha permitido ganar tiempo y reforzar aunque sea momentáneamente las posiciones del primer ministro, Alexis Tsipras. Y, por descontado, para enmarañar aún más a la Europa comunitaria en este callejón en el que no se atisba salida. Si el viernes la UE apostó fuerte por el  en el referéndum, amenazando sin disimulo con que una victoria del no supondría la práctica salida de Grecia del euro (el famoso Grexit), las cosas ya no estaban tan claras el lunes. Buena parte de los líderes europeos coincidieron en que aún había margen para la negociación, aunque eso sí, fue unánime la conclusión de que la pelota estaba en el campo de Tsipras, y que era a él a quien correspondía abrir de nuevo el baile con una propuesta alternativa.

La siguiente cita fue la reunión de ayer del Eurogrupo, sin que la parte griega ofreciera una nueva propuesta. Un silencio que se extendió a la posterior cumbre extraordinaria de jefes de Estado y de Gobierno. Sigue pues la incertidumbre. Una historia de nunca acabar. Grecia continúa con respiración asistida del BCE, que unos días más mantiene cierta liquidez a los bancos griegos para que puedan tener abastecidos los cajeros, mientras continúa el corralito y las entidades financieras siguen cerradas.

Seguimos, pues, a la espera de que el Gobierno griego haga una nueva propuesta, que podría apuntar a lo sostenido en las últimas semanas. Cruzar algunas de sus líneas rojas a cambio de un firme compromiso de las instituciones -UE, BCE y FMI- de aceptar el debate sobre una reestructuración e incluso una quita de su deuda. Una tesis que la institución que dirige Christine Lagarde considera recomendable. Mientras continúa el debate sobre qué hacer, Obama sigue presionando para que la UE resuelva de una vez por todas el encaje de Grecia en Europa. En favor de su tesis, la voz que más clara suena en la UE es la francesa. El primer ministro, Manuel Valls, lo resumía ayer de forma clara: «Europa no puede correr el riesgo de que Grecia abandone el euro por razones económicas, pero tampoco por razones políticas», por las consecuencias que nadie puede prever. Y así está Europa, ante la disyuntiva de tener que elegir entre lo malo y lo peor.