La Colau se ha colado

Estos días se ha puesto de moda entre la gente bien de Barcelona comentar: «La Colau, ¿qué tal? No ha hecho nada, ¿verdad?». A lo que acto seguido suele añadirse: «Está todo parado». Ciertamente, y por fortuna, algunos asuntos se han detenido. Porque a veces evitar algo, si es injusto, puede ser una loable acción. Como detener desahucios, atajar ciertos chanchullos personales o suspender el mangoneo de algún lobi acostumbrado a campar a sus anchas en Barcelona.

De momento, el balance sobre la alcaldesa es más una cuestión de actitud que de aptitud, que sin duda aún está por demostrar. Pero da igual, haga lo que haga su gobierno está condenado al fracaso porque es antinatural. Se la considera un accidente por ser mujer y sin pedigrí. Algunos tal vez vean a Ada como su hada madrina, pero para otros será siempre la peligrosa bruja pirula.

En cualquier caso, lo cierto es que la Colau se ha colado. El cargo que ostenta no le tocaba, pues está históricamente predestinado a ser ocupado por representantes del poder económico condal, como fue durante el franquismo; y posteriormente a cargo de una burguesía con cariz más social o bien descaradamente yuppie. Siempre al servicio del estatus que los retroalimenta. Pero esta vez al monosistema se le ha colado de refilón una intrusa. No estaba previsto. Una ingenua pero empecinada activista que está desobedeciendo el guion. Un monoguion escrito habitualmente en crípticos despachos y que no admite más que ligeras morcillas según el talante de quien lo interprete. Pero jamás está permitido reescribirlo de nuevo, ni cambiar escenas ni protagonistas. Por lo tanto, en breve se subsanará este lapsus, que no cunda el pánico. Pronto volveremos a tener un alcalde razonable, mejor si es varón y muy activo, que no pare nada, que se deje de sentimentalismos y vuelva a dejar hacer, dejar pasar.