Gente corriente

Carles Aragonès: "Vendí la casa con piscina y me fui a una autocaravana"

Millonario en tiempo. Con veintipocos años, pasó de ser un informático acomodado a vivir con cuatro duros.

Carles Aragonès

Carles Aragonès / periodico

Gemma Tramullas

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El veleroTrinidadse desliza frente a la costa de El Masnou impulsado por la brisa. Aquí no hay móvil ni internet y el único artilugio es una vieja Olivetti, donde Carles escribe cuando el mar está en calma.

-A los 16 años vendió su primer programa y con 20 abrió una empresa de ingeniería que iba viento en popa.

-Iba logrando los objetivos estándar: buen trabajo, buen sueldo, pareja, compré una casa con piscina, tenía un perro muy chulo... Pero pensaba: «Tengo todo esto, pero no tengo tiempo y siempre ando preocupado por mil problemas».

-Algo no le cuadraba.

-En 1996 me puse a trabajar desde casa. Tenía más tiempo para leer, para plantearme qué quería hacer y estar conmigo mismo. Un día leí una entrevista con Koji Nakano. Había escrito un libro con un subtítulo que me atrapó:Vivir con modestia, pensar con grandeza. Y empecé a priorizar.

-¿Por dónde empezó?

-Quería hacer un trabajo más manual, me daba igual si era jardinero o basurero, y dejé la empresa. Pero mi pareja me dijo que ella no se había casado con un basurero, sino con un emprendedor, y nos separamos.

-¿Y la casa con piscina?

-Como yo solo no podía pagar la hipoteca la vendimos y me fui a vivir a una autocaravana.

-Un poco radical usted.

-Soy impulsivo, pero la sensación de haberme quitado un peso de encima fue alucinante. Durante un tiempo hice de monitor de colonias, de mozo de cuadras, de jardinero...

-¿Llegó a dudar de su decisión?

-Claro, porque de golpe me convertí en el raro. Todo el mundo lo atribuía a una gran crisis, me decían que me cogiera vacaciones o me advertían de que iba a estrellarme.

-¿Se sintió solo?

-Tenía mis libros:El alquimistade Coelho, libros de budismo, Castaneda... Eran unas empanadas terribles, pero me ayudaron porque todas venían a decir lo mismo: si sigues el camino del corazón no te equivocas.

-En 15 años no se ha estrellado y aquí está [la entrevista se hizo un miércoles], navegando en día laborable.

-Esto de navegar suena muy guay, pero yo nunca me he embarcado en nada que no pudiera pagar, no he pedido créditos ni debo dinero a nadie. Después de la autocaravana me compré un barco tan pequeño que no cabía de pie en la cabina y me fui a vivir allí con mi gato. El amarre debía costar 60 euros, yo ganaba 300 y me daba para vivir.

-Ahora tiene un velero de 10 metros.

-Si lo hubiera visto… Es del año 59 y llevaba años abandonado en una boya en Cadaqués. Lo arreglé y con él hemos viajado durante cinco años con mi compañera, Laia.

-¿Cómo se gana la vida?

-Soy autónomo y trabajo tres días a la semana en un velero de lujo.

-¿Y le da para alquiler y comida?

-Tenemos un alquiler muy bajo en Cardedeu, somos vegetarianos y compramos en una cooperativa.

-¿Y si les apetece salir a cenar?

-Vamos a casas de amigos y cada uno lleva lo suyo y, si queremos tomar algo, cogemos una botella de la nevera y vamos a ver la puesta de sol.

-¿Tiene coche?

-Una moto que tiene 20 años.

-Tendrá el dinero en un banco, ¿no?

-En Triodos Bank. Escuché al director de este banco ético decir: «Siempre le pedimos al banco qué nos da por nuestro dinero y nunca qué hace con nuestro dinero». El mal funcionamiento del mundo está financiado por la indiferencia de nuestros ahorros. Toda la estructura reposa sobre el consumidor, su dinero y sus prioridades. Nos han dado mucho poder. No hacen falta grandes revoluciones para cambiar el mundo, sino tomar conciencia de qué haces con tu dinero y con tu tiempo.

-Todo esto es más fácil sin hijos.

-Hay que actuar con el corazón, pero también con la cabeza. No hace falta dejar el trabajo. Puedes empezar por la tele: el rato que antes veías la tele lo puedes dedicar a leer.

-De hecho, todo esto empezó por un libro.

-Han pasado muchas más cosas. Vi cómo mi padre se arruinaba cuatro veces y, cuando tenía 10 años, mi hermano murió delante de mí. Aquella hecatombe me demostró que de nada sirve pensar mañana, mañana, mañana. Todos tenemos nuestros referentes, solo necesitamos un momento de pausa para buscarlos y darnos cuenta de que la vida es lo que tú quieras que sea.