'Brexit': un divorcio muy costoso

OLGA GRAU

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A pesar de que el revolcón del brexit, será un divorcio muy caro para Europa. Gran Bretaña solo supone un 3,9% del PIB mundial, no es un jugador relevante como EEUU o China, países capaces de hacer temblar el mundo cuando estornudan. Pero sí es una pieza clave en el conjunto europeo. Y una recesión en Gran Bretaña es lo peor que le podría ocurrir en estos momentos a la todavía renqueante economía de la UE que no ha levantado todavía cabeza desde la gran recesión.

A corto plazo, los mercados vivirán turbulencias: fuertes caídas de la bolsa, depreciación de la libra y desconcierto general. Pero legalmente, no cambiará nada hasta que Gran Bretaña se acoja al artículo 50 del Tratado de Lisboa por el que un país puede abandonar la Unión Europea. O hasta que los británicos decidan rechazar de forma unilateral algún tipo de legislación europea, lo que generaría importantes tensiones y podría llevar a la UE a suspender los privilegios de las empresas británicas en el mercado único.

Las preguntas más importantes a resolver son: ¿Qué acuerdos políticos y comerciales demandará Reino Unido? ¿Serán aceptados por la Unión Europea? ¿Cómo se hará coincidir el divorcio con la firma de un tratado de comercio nuevo? No hay respuesta política y el proceso podría alargarse años.

A corto plazo, la incertidumbre va a pesar en las decisiones de contratación e inversión de las empresas y de los consumidores. La caída de la libra encarecerá las importaciones y afectará al poder adquisitivo de los británicos. Además, generará inflación.

El futuro de la City es una incógnita. Los banqueros que operan desde la mayor plaza financiera del mundo no aciertan a predecir qué ocurrirá. Incluso si Europa decidiera, en una amago de contundencia sin precedentes, boicotear la City creando un gran mercado en Fráncfort o París, hay analistas que creen que Londres apostaría por más desregulación para convertirse en una plaza financiera sin apenas controles.

Según los analistas, este año el PIB británico podría caer del 2% previsto al 1% para quedarse en ese nivel durante el 2017. Si Gran Bretaña desacelera, y todo parece indicar que así será, la eurozona podría reducir su crecimiento en medio punto sobre lo previsto hasta un ritmo anual del 1,5%. Son malas noticias para una Europa muy castigada por la crisis. Menos crecimiento es igual a menos prosperidad, más frustración de la población y más combustible para los populismos.

Para parar el golpe, lo más probable es que el Banco de Inglaterra baje los tipos de interés en 0,25 puntos en julio y en otros 0,25 puntos en agosto. Y que el BCE anuncie, quizás en septiembre, que amplía el plan de compras en 720.000 millones de euros. Incluso podría volver a bajar los intereses de los depósitos, que ya están en negativo (-0,15). Pero la munición de la que dispone Mario Draghi es limitada. Ya lo ha reiterado en más de una ocasión: el BCE ha hecho su trabajo, ahora es el turno de los Estados. Y ese es precisamente el problema.