La lucha contra las llamas

Bosques sin lágrimas

Nos aferramos a los bomberos para apagar el incendio forestal sin abordar los problemas de fondo

Bomberos intentan controlar las llamas del incendio que se ha adentrado este domingo en el parque natural de Doñana.

Bomberos intentan controlar las llamas del incendio que se ha adentrado este domingo en el parque natural de Doñana. / periodico

ORIOL VILALTA CAELLAS

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Las cifras que nos dejan los incendios forestales de Portugal son muy duras: 64 víctimas mortales y 204 heridos en gravísimos atrapamientos, miles de hectáreas quemadas y un sistema de extinción entero agotado físicamente, pero sobre todo psicológicamente, y con la comunidad de incendios forestales alertada porque sabe que puede ocurrir también aquí. La realidad es que los incendios que viviremos este verano empezaron hace 50 años, como me explicaba un sabio del Pirineo con muchas horas de fuego a sus espaldas. Al abandonar el uso de nuestros paisajes, abandonamos nuestros bosques que, hoy, se han convertido en un reservorio capaz de explotar en una tarde de verano arrasando todo lo que se ponga por delante.

La transformación de las estructuras territoriales debido a las dinámicas socioeconómicas desde los años 50 ha favorecido incendios cada vez mayores, más rápidos e intensos y más complejos de gestionar. La realidad demuestra que mientras los recursos de extinción no dejan de mejorar año tras año y son capaces de extinguir más del 90% de los incendios, el problema, en vez de disminuir, por inverosímil que parezca, se ha agravado. 

Además, el cambio climático nos augura un incremento de épocas de mayor riesgo, con condiciones que originarán un comportamiento de fuego más virulento e intenso, limitando mucho la eficacia de los medios de extinción en su control. Y peor aún, poniendo en extremo peligro a los bomberos y a la sociedad.

UNA POLÍTICA FORESTAL REALISTA

Tenemos grandes servicios de extinción a los que hay que seguir apoyando para que crezcan y sigan en su lucha de mejora diaria, pero hay que ver con los mismos ojos y la misma intensidad las más que necesarias labores de prevención, que pasan sin lugar a dudas por una política forestal realista, que integre una gestión forestal intensa, acorde con el medio, y a las posibles actividades económicas de dicho entorno. Es urgente, necesario y posible cambiar el paradigma de invertir cantidades ingentes de dinero en una tarde de incendio por el de crear un paisaje resiliente frente a los incendios forestales, exigiendo la creación de una economía rural, local, que impacte positivamente en nuestros bosques. Y es posible.

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El potencial de nuestros bosques es incuestionable, inconcebible es que sigamos buscando energía para calentarnos en desiertos lejanos, o que no aprovechemos la capacidad constructiva de la madera, que además de fijar carbono da una confortabilidad envidiable, o que no seamos capaces de transformar, a través de los animales que están (deberían estar) pastando (limpiando) nuestros bosques, la vegetación que nos pone en riesgo, en carne, leche, queso, yogures de primera calidad. Todo esto y mucho más. Calidad, salud y una economía local que pueda relanzar las zonas rurales tan necesitadas y despobladas a la vez.

¿Qué nos queda de todo aquello que nos enseñaron nuestros abuelos, sumado a lo que hoy la ciencia nos demuestra, la tecnología nos pone en la palma de la mano y al conocimiento técnico adquirido? 

'TODOS CONTRA EL FUEGO'

Seguir en la simple lucha de «todos contra el fuego» es querer poner camiones de bomberos en medio de un tsunami para intentar frenar el avance del agua; no parece muy inteligente. Somos una sociedad principalmente urbana buscando solución a un problema forestal, y hemos presionado tanto, como sociedad, para disponer de una solución inmediata que nos exponemos a un peligro enorme. Nos aferramos a la suerte de los bomberos para controlar el fuego, sin darnos cuenta de que las llamas que vemos en una tarde de verano son tan solo el resultado visible de un problema latente que está ahí y no queremos ver.

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Es por ello que urge afrontar el corto plazo: la autoprotección es imprescindible. Como me recordaba un buen amigo entendido en la materia, la autoprotección es preguntarse a uno mismo «¿estás seguro?, ¿está tu familia segura?». Y actuar en consecuencia. Y preguntarse también qué hago en mi día a día para prevenir los incendios. Todos podemos y debemos implicarnos en la prevención de los incendios forestales, todos somos responsables de gestionar un paisaje que arde, y arderá, en el que la extinción es la respuesta, pero no es la solución. Vivimos como propia la tragedia de los colegas portugueses, de quien hemos aprendido, hemos compartido y seguimos admirando. Y lo seguiremos haciendo para intentar algún día hacer las paces con los incendios forestales, aunque hoy las lágrimas no apagan el fuego.