Dos miradas

La bofetada

No es aceptable el cartel con Comín abofeteado, pero el 'conseller' se ha ganado la suspicacia, cuando no antipatía, de la mayor parte del sector

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EMMA RIVEROLA

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Es obvio, un cartel donde aparece una mano a punto de estamparse contra el rostro de un conseller no es aceptable. ¿Se habría atrevido Endavant Osan (fuerza integrada en la CUP) a utilizar la misma idea si el cargo hubiera estado ocupado por una mujer? Mejor dejemos a un lado la expresión, por muy artística que sea, de la violencia. Pero una vez condenada por el sentido común, tomemos el gesto como una metáfora y convendremos en que Toni Comín está recibiendo unas cuantas bofetadas por su gestión al frente de la Conselleria de Sanitat.

El hombre que se esfuerza por agradar a todos, el mismo que fue saltando de partido en partido hasta encontrar un buen acomodo, la voz afable de tantas tertulias, el que no tenía ninguna experiencia en el ámbito sanitario, ha conseguido ganarse la suspicacia cuando no antipatía de la mayor parte del sector.

Son ya demasiados años de recortes. Las listas de espera son de vergüenza. El personal sanitario está soportando todo el peso de las carencias. Las desprivatizaciones iniciadas, elogiables a nivel ideológico, despiertan incógnitas por su gestión. La sensación es que la sanidad sigue sin pensarse. Y la última invectiva de Comín, sugiriendo que los enfermos son atendidos en los pasillos porque resulta más cómodo para las enfermeras, ha disparado la tensión. El cartel de marras ha sido una mala idea. Sobre todo, porque señala a Comín como víctima y no como el responsable que es.