Al contrataque
Batalla campal
Seguir la bronca interna en Podemos resulta tan complicado como alucinante
Cristina Pardo
Periodista
CRISTINA PARDO
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón muestran todos los días en público, y desde hace ya bastante tiempo, su enorme distancia personal y también política. Es un enfrentamiento pugilístico al que no es fácil encontrarle precedentes en otras formaciones, por la frecuencia con la que se produce y por la intensidad, la falta de sutileza o de disimulo, según se mire. Por poner ejemplos recientes, recuerdo a Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy o al propio Rajoy y Aznar, con la diferencia de que no van a tortazo diario ni el actual presidente del Gobierno suele ser una persona de excesos dialécticos. Se me ocurre también el profundo desencuentro entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, aunque la presidenta andaluza aceleró la decapitación en el momento en el que ambos fueron incapaces de seguir fingiendo.
En el caso de Podemos, seguir su bronca interna es tan complicado como alucinante. Solo en los últimos tres o cuatro días se ha producido el siguiente intercambio: a Iglesias no le gustó el cartel que presentó Errejón con los dos abrazados; Errejón dijo que lo sentía, pero que eso es lo que hay; Iglesias opinó que su número dos había estado inseguro en su entrevista con Ana Pastor; Errejón le afeó que se refiera a sus partidarios como "la corriente de Íñigo y Tania"; un señor de Podemos en València comparó a Iglesias con Franco y Sadam Hussein; Monedero respondió que eso no genera ilusión; uno de los fundadores de Podemos, Luis Alegre, arremetió en un artículo contra el entorno más cercano de Iglesias; el señor de València pidió perdón; Iglesias declaró que Alegre le da pena; trascendió que el líder de Podemos quiere mandar a Errejón al ayuntamiento de Madrid y Errejón se resiste y dice que el debate no tiene que ser de nombres. Y eso hasta el momento de entregar este artículo que, a este ritmo, es probable que se quede cojo antes de que vea la luz.
TRAICIÓN Y DESCONFIANZA
Quizá después de Vistalegre consigan recomponer sus relaciones internas, pero lo dudo mucho. La traición y la desconfianza son, probablemente, los desengaños más difíciles de superar. Y eso sirve tanto para ellos como para sus electores, que fueron muchos y llegaron muy rápido y con mucha ilusión. Si los dirigentes de Podemos recelan unos de otros, no sé por qué deberían confiar en ellos los votantes.
Cómo ha cambiado el cuento. Qué tiempos aquellos, los de "la sonrisa de un país", en los que Iglesias ilustraba las broncas ajenas cantando en sus mítines con los brazos en jarras. Una vez se arrancó por Pimpinela, creo que para mofarse del enfrentamiento entre Artur Mas y Rajoy, y entonó eso de "¿Quién es? Soy yo. ¿Qué vienes a buscar? A ti. Ya es tarde. ¿Por qué? Porque ahora soy yo la que quiere estar sin ti...". Ejem.
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