MIRADOR

Maquiavelo en la Diada

De una manera a menudo implícita, la Diada siempre ha sido soberanista

Manifestación de la ANC en la Diada del 2012.

Manifestación de la ANC en la Diada del 2012. / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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"¡Qué burros deben ser los catalanes para celebrar una derrota!". Por si no estaba claro desde siempre, los últimos cinco años han evidenciado la diferencia, que no es de matiz, entre ‘celebrar’ y ‘conmemorar’. Superponer la fiesta nacional y el aniversario de la caída de Barcelona tiene por encima de todo un carácter reivindicativo, algo parecido al lema de Quebec 'Je me souviens' ('Yo me acuerdo'), que insta a no olvidar la historia, la lengua y el carácter nacional de la antigua colonia francesa. El 11-S catalán apela a recobrar las libertades perdidas. De una manera a menudo implícita y ahora del todo indiscutible, la Diada siempre ha sido soberanista.

Las profecías han quedado excluidas de la tradición humanista por irracionales. El futuro es incierto por definición. Aun así, algunos espíritus selectos han osado formularlas a partir de una extraordinaria capacidad analítica, y por lo menos un par se han cumplido. La más famosa es de Alexis de Tocqueville, que en 'La democracia en América', publicado en 1835, pronosticó que, en el futuro, el mundo estaría dominado por dos naciones, los Estados Unidos y Rusia. Mucho antes, en 1514, Maquiavelo terminaba el libro más revelador que nunca se ha escrito sobre el poder y las sociedades. 'El príncipe' contiene un gran número de verdades universales y una profecía que la historia también ha confirmado.

En el capítulo 5, Maquiavelo afirma que solo hay tres formas de mantener "una ciudad o principado adquirido que se gobierna con leyes propias". La primera, destruirla, como Roma hizo con Cartago. La segunda, ir a vivir allí (cocapitalidad). La tercera, dejar que se gobierne con sus leyes, obteniendo unas rentas. Y ahora llega la profecía. “Quien se hace el amo de una ciudad (o principado) acostumbrada a vivir libre, si no la destroza, que espere ser destrozado por la ciudad, porque en la rebelión, esta siempre encontrará protección en el nombre de la libertad y en sus antiguas instituciones, las cuales no olvidan nunca por mucho tiempo que pase... y aprovecharán cualquier oportunidad para acogerse a ellas”. Y concluye: "La memoria de la antigua libertad no les abandona nunca ni les puede dejar descansar".

Y así estamos. Cuatro siglos después, las viejas naciones no 'destrozadas' (ahora diríamos no 'asimiladas'), Quebec, Escocia o Catalunya, confirman la profecía de Maquiavelo. El florentino no dice en ninguna parte que se salgan con la suya en su intento de recuperar la libertad. Más bien recomienda varias formas, algunas muy retorcidas, para ahogar las rebeliones. Aun así, su conclusión genérica debería de ser escuchada en Madrid: “Es más fácil conservar una ciudad acostumbrada a vivir libre con la ayuda de los ciudadanos que de cualquier otra manera”. Feliz Diada.