GEOMETRÍA VARIABLE

El 'modelo CUP'

Nada sustantivo se puede hacer en Catalunya sin la bendición anticapitalista y su variopinta asamblea

Las diputadas de la CUP Eulàlia Reguant (izquierda) y Gabriela Serra, con Oriol Junqueras en el Parlament.

Las diputadas de la CUP Eulàlia Reguant (izquierda) y Gabriela Serra, con Oriol Junqueras en el Parlament.

JOAN TAPIA

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Iñigo Urkullu dijo la semana pasada, en su discurso de investidura, que “el 'modelo CUP' no es bueno porque es inestabilidad y tensión permanente”. Se refería -claro está- a Catalunya, donde tras las elecciones del 2015 los anticapitalistas se han convertido en la bisagra necesaria y permanente para tener mayoría y gobernar. Mejor dicho, ni para tener mayoría, ni para gobernar.

En efecto, las elecciones se celebraron el 27 de setiembre del 2015 pero no se pudo hacer nada -excepto una moción del Parlament para satisfacer a las CUP- hasta que a primeros de enero de 2016 Artur Mas aceptó -por exigencia de la CUP- “dar un paso al lado” y Carles Puigdemont fue investido el último día hábil antes de tener que repetir elecciones. Luego, tras una larga negociación, la CUP decidieron en junio no admitir a trámite parlamentario el presupuesto del 2016, lo que forzó a Puigdemont a presentar una moción de confianza en septiembre -en la que dijo aquello de “referéndum o referéndum”- y de la que salió vivo gracias a las CUP.

Ahora este grupo promete no presentar una enmienda a la totalidad del presupuesto del 2017, pero dice que no le gusta nada ni garantiza que en febrero lo vaya a aprobar. Antes habrá un debate parlamentario y al final la asamblea de las CUP decidirá. Mientras, incertidumbre.

Desde septiembre del 2015, cuando Junts pel Sí perdió la mayoría absoluta en las elecciones plebiscitarias, nada sustantivo se puede hacer en Catalunya sin la bendición no ya del grupo parlamentario de las CUP sino de su variopinta asamblea. Por eso no ha habido presupuesto del 2016, no sabemos si lo habrá del 2017 (sobre esto hay una interesante polémica entre los 'cupólogos') y el Govern está paralizado. Sólo ha aprobado dos leyes (una hace muy poco) y está pendiente la renovación obligada del Consell de Garantías Estatutarias, del Consell Audivisual y del consejo de TV3.

LA CULPA DE MAS

Lo que pasa no es culpa de la CUP que obtuvieron legítimamente la confianza y el voto del 8,2% de los catalanes y 10 diputados. Es culpa de Artur Mas y de JxSí que decidieron que la CUP eran la única bisagra posible al erigir el dogma de que un gobierno que no lograra la independencia en 18 meses (llevamos 14 desde las elecciones) sería una traición. Por eso optaron por formar mayoría con un grupo asambleario que -por definición- no quiere gobernar sino hacer la revolución pendiente.

Tiene razón Urkullu al decir que el 'modelo CUP' (él quizás piense en Bildu y Podemos) no conviene y por eso ha optado por el PSE. Lo extraño es que catorce meses después nadie en JxSí haya tenido la coherencia, o la valentía, de sacar esa conclusión. Y tampoco es muy normal que la Catalunya de orden esté resignada pero tan silenciosa como los corderos.

Ha tenido que ser el lendakari el que lo dijera y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, lo ha remachado al asegurar que no llevarán a Euskadi a un callejón sin salida. Curioso, ese es, con el nombre de 9-N, la calle sin salida que acaba de inagurar Artur Mas en Montoliú (Lleida).