Pequeño observatorio

Aprender a jugar a pimpón

Los buenos jugadores, como astutos políticos, a menudo inician un gesto que acaba siendo otro

Un partidario de Mursi juega al ping pong en una acampada en favor del depuesto presidente.

Un partidario de Mursi juega al ping pong en una acampada en favor del depuesto presidente. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Solo con dos días de diferencia he visto en la prensa dos fotos que me han atraído. No se trataba de ninguna imagen terrible de las que cada día llenan las páginas de los periódicos, sino dos fotos pacificadoras, las de unos hombres jóvenes que estaban compitiendo, en dos mesas diferentes, para ganar un partido de tenis de mesa, aquello que cuando yo era joven llamábamos pimpón.

Hacía muchos años, creo, que no había visto imágenes de este juego. Yo soy de aquella época en que los chicos -más que las chicas- jugábamos al pimpón en unas mesas reglamentarias porque algunos veraneantes tenían una bajo un porche. Era un entretenimiento sin pretensiones, pero estimulaba los reflejos. Había, como en todos los deportes, quienes dominaban la precisión del golpe y quienes disparaban la pequeña bola exhibiendo su potencia. En Barcelona, cuando ya tenía algunos años más, me inscribí en un club y conseguí subir un nivel de categoría, pero los estudios me hicieron abandonar la competición.

GRANDES PICADORES Y GRANDES TÁCTICOS

Ahora he leído que han venido a Barcelona algunos grandes jugadores para competir por el Trofeu Internacional Ciutat de Barcelona. Ignoro si aún es lícito hablar simplificadamente de grandes picadores y de tácticos. Cuando se llega a este nivel se debe ser maestro en todo. La foto de los pimponistas en pleno juego me ha hecho pensar en ese estilo que adoptan los políticos cuando les toca competir. Hay partidarios de las dejadas, es decir, de simular un golpe de fuerza para que el adversario no se acerque demasiado a la red y no la pueda superar. También se puede engañar haciendo ver que la bola irá al ángulo derecho cuando se tirará a la izquierda.

Los buenos pimponistas, como astutos políticos, a menudo inician un gesto que parece una cosa pero es otra. Atención a los que no respetan la limpieza de la jugada y en vez de respetar el camino que hace la pelota clavan un puñetazo en la mesa.

Algunos políticos deberían aprender a jugar al pimpón.