Año de votos, año de bienes

SALVADOR SABRIÀ

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Bienvenidas sean las elecciones porque tienen siempre un año preelectoral. Aunque también es cierto que suelen quedar tres años para diluir las promesas de los candidatos. Pero ahora no estamos en este momento, al contrario. O sea que, alegría, y a poner en marcha en seis meses o en un año lo que no se ha hecho en tres. Estos periodos preelectorales son magníficos. De pronto, lo que había sido casi un anatema, se convierte en una buena medida. La sola mención de la palabra se usa como gancho para electores indecisos. Uno de los mejores ejemplos es la dación en pago, que consiste en saldar las deudas retornando al acreedor el bien por el que pidió el préstamo para poder pagarlo. Con la ley hipotecaria española era casi imposible, y en todo caso estaba siempre en manos de la banca aceptarla. Cuando hace un decenio el embrión de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca situó el término dación en pago en el debate político fue tildada de radical y de poner en peligro todo el edificio bancario.

El drama de los desahucios, el contraste entre el rescate bancario y el mal trato a las personas sobreendeudadas, ha acabado resituando a la opinión pública hasta el punto de que el Gobierno, en este año preelectoral, ha incluido una dación en pago entre sus nuevas ofertas, aunque sea muy restrictiva, controlada y con garantías de que el acreedor va a perder lo mínimo. Así, según dijo el ministro Luis de Guindos tras el Consejo de Ministros del viernes (habrá que ver la letra pequeña), será posible saldar la totalidad de una deuda hipotecaria con la entrega de la vivienda, aunque el valor del mercado no cubra el importe del crédito. Eso sí, solo después de que el deudor haya buscado un acuerdo extrajudicial y tras un concurso de acreedores, además de aceptar un plan de pagos durante cinco años tras la dación. O sea que sería más correcto hablar de dación provisional en pago. Pero, en todo caso, sigue siendo una propuesta que hace un lustro nadie habría puesto en boca de un Gobierno del PP. También es cierto que se pone en marcha cuando el grueso de los pisos tóxicos o conflictivos de la banca ya ha sido traspasado al banco malo, en definitiva al Estado de forma más o menos indirecta. Otro cambio de opinión de los de libro se refiere a los trabajadores del campo de Andalucía. Lo que había sido denostado hasta la saciedad por el PP cuando estaba en la oposición, ahora resulta que no es tan malo y además debe incluso mejorarse. Y, justo unos meses antes de las elecciones andaluzas, se decide por decreto que las peonadas mínimas para cobrar un subsidio de paro bajen de 30 a 25. Esto va viento en popa.  Y aún faltan al menos nueve meses para que lleguen las elecciones.