Dos miradas

Abuso

EMMA RIVEROLA

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Afirmó que una mujer que aborta da licencia a los hombres para abusar de su cuerpo y editó Cásate y sé sumisa, el libro que exhorta a la mujer a rendir obediencia a su marido. Ese hombre, Francisco Javier Martínez, arzobispo de Granada, que con tanto ahínco defiende la vida de los neonatos y escupe sobre el cuerpo y la inteligencia de las mujeres, ha sido obligado por el papa Francisco a abrir una investigación sobre los presuntos abusos de menores a manos de un grupo de sacerdotes y seglares. Francisco pidió perdón a la víctima después de leer emocionado su carta. Emoción que no parece que Martínez sintiera durante tantos años en los que, forzosamente, tuvieron que llegarle las sospechas.

Así, el mismo hombre que vomita inclemencia hacia las mujeres permite que un tupido, humillante y obsceno manto de silencio caiga sobre las víctimas. ¿A quién defiende Martínez cuando clama por la vida de los neonatos pero no actúa, de forma inmediata y contundente, para evitar el dolor de los niños? ¿Ampara a los pequeños o más bien trata de proteger su caduco reino en la Tierra? Un dominio en el que lo divino se pervierte en una herramienta de control sobre la ciudadanía, en el que la moral es la vara de su poder. Para perpetuarla precisa la complicidad y la sumisión de la mujer. Sin ella, el templo del fundamentalismo se cae. Martínez necesita a una mujer que ya no existe, quizá por ello nos desprecia.