Al contrataque

26-S

MANEL FUENTES

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La dimensión real de la importancia de algo nos la da normalmente su pérdida, que nos da el peso y el poso de la esencia que ya no está. Mientras estaba, la dábamos por descontada. La chuleábamos. La salud siempre se valora más desde la enfermedad, el amor desde el abandono, la confianza desde la traición. Las relaciones, los sentimientos de pertenencia o el paisaje de la vida de uno, desde el accidente. El negativo siempre nos revela una fotografía que apenas apreciábamos desde el visor. Mientras la esencia está, en el mejor de los casos la ignoramos, tratándola como anécdota, sin olvidar que la mayoría de las veces la ponemos a prueba o la menospreciamos.

Siempre hay razones que pasan por delante de la razón. Siempre hay detalles a los que damos más brillo que a la esencia que los sostiene. Anécdotas para socavar la categoría.

A veces la vida nos avisa, y ante el riesgo de pérdida nos inquietamos. Hasta que creemos que pasó el peligro. A veces somos nosotros los que buscamos desequilibrar nuestro statu quo, y para hacerlo nos es de gran ayuda negar toda virtud a la esencia que queremos abandonar. Hasta que ya no está. Entonces es cuando, poco a poco, se nos presenta una cierta angustia, que la incertidumbre y la virtud perdida amplifican.

Podemos hacer ver que no es tan grave. Simular que no hay nada que lamentar. Que la nostalgia es para los flojos. Pero hay un tipo de conciencia que en ese momento se nos hace presente como un relámpago de hielo que nos recorre el espinazo. Y nos destapa vulnerables y dependientes. Y nos descubre el frío que ahora nos abraza. Y nos habla del peso del anhelo.

Radiografía de la ruptura

Chillida u Oteiza dedicaron su obra a dar peso al aire, al hueco. Y filósofos. Y escritores. Aunque el artista que mejor nos lo visualiza siempre está en nosotros mismos a modo de pepito grillo. Es esa voz interior que a toro pasado nos dice: «La has jodido» o «lo vas a echar de menos». Esa que te hace ver tu sordera, tu ceguera cuando aún podías gozar de esa esencia que ahora ya no está.

El 26-S, aunque ya sabíamos que era una realidad, aún no habíamos visto la radiografía de la ruptura. No sabíamos aún el alcance del daño, y hoy seguimos sin saber cuáles van a ser exactamente las consecuencias para nosotros. Pero ya empezamos a notar  ese sudor frío y esos nervios. Y aunque ahora hagamos de tripas corazón y digamos que podemos, aunque salgamos adelante y saquemos pecho por haber ganado este fin de semana, cada día que pasa somos más conscientes del volumen de su pérdida, de lo imprescindible que es para nosotros, aunque no hace tanto le criticábamos por su excesivo poder o por apenarnos en las penas máximas. El 26-S los culés perdimos a Messi para las próximas semanas, y sí, hacemos ver que todo va bien, pero estamos ansiosos y asustados.

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