El turno

El 'shopping' sin fronteras

XAVIER MORET

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Pues ya tenemos otra Navidad aquí. Pasan los años y se suceden los ritos de paso, aunque hay que convenir que las Navidades de hoy tienen poco en común con las de antes. Donde hace años había misa del gallo, pesebre, sopa de galets, capón, turrones y Reyes Magos, hoy tenemos consumismo, lotería, langosta, árbol de Navidad, Papá Noel y, bueno, sí, turrones, porque algo hay que conservar. Y más consumismo, claro, que es al fin y al cabo de lo que se trata. Fum, fum, fum.

En los últimos años las Navidades han dejado de ser una festividad religiosa para convertirse en la gran fiesta del consumismo, hasta el punto de que no sería mala idea nombrar a Jesús patrón de los grandes almacenes y de los centros comerciales, a ritmo de un villancico que anime a comprar y con la Visa Oro de patrocinadora. Fum, fum, fum.

La lluvia de millones del gordo de Navidad supone cada año el disparo de salida de una alocada carrera de compras compulsivas. Existo, luego compro, invitan a creer los manuales de la modernidad. Y todos a comulgar con ruedas de molino... Por otra parte, la globalidad ha llevado la Navidad a todos los rincones del planeta, incluidas las cuevas de los malvados de Al Qaeda y los monasterios del budismo más zen. Prueba de ello es que he visto celebrar la Navidad en países sin cristianos; adornan un árbol de Navidad, se tocan con un gorro de Papá Noel, ponen villancicos a todo trapo y, ¡hala!, todos a consumir. Si les preguntas por el niño Jesús no saben quién es, pero tienen muy asumido que Navidad significa comprar sin límite. Fum, fum, fum.

Ni el gordo de Navidad es lo que era. La euforia del primer premio iba antes acompañada de la promesa de dejar de trabajar y de largarse a un paraíso lejano. Hoy el gordo es para la hipoteca y para tapar agujeros. En fin, que nada es lo que era mientras Papá Noel va por el mundo pregonando la buena nueva del shopping sin fronteras. Feliz Navidad. Fum, fum, fum.