Editorial

Un 12-O encajado entre elecciones

La fiesta nacional española precisa cambios de la misma manera que el país necesita poner al día la Constitución

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La celebración, ayer, del Doce de Octubre estuvo muy influida, como era de prever, por las múltiples convocatorias electorales de este año en España: las municipales y autonómicas de mayo, las catalanas de septiembre y las legislativas de diciembre. Encajada entre el trascendental 27-S y el no menos decisivo 20-D, la fiesta nacional española fue quizá más que nunca un reflejo de lo diverso y complejo que es este país: tres presidentes autonómicos no acudieron (Artur Mas, el vasco Íñigo Urkullu y la navarra Uxue Barkos), y tampoco lo hicieron el líder de una formación emergente como Podemos, Pablo Iglesias, ni la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que adujeron -sobre todo la regidora- escrúpulos de índole ideológica. Sí, en cambio, estuvo Manuela Carmena, como era obligado por ser la alcaldesa de la ciudad anfitriona de la celebración.

El Gobierno promocionó este año el 12-O como «la fiesta de todos», con el objetivo de rebajar el tono esencialista y trascendental que la ha caracterizado desde siempre. Quizá no sea ajeno a estos pequeños cambios formales el reinado de Felipe VI, que ayer presidió el desfile de la jornada por tercera vez (la segunda desde que accedió al trono). Pero la fiesta nacional española precisa probablemente un cambio tan profundo como el que necesita España, sobre todo en su concepción territorial. De las elecciones del 20 de diciembre surgirán unas Cortes que no podrán eludir afrontar una reforma de la Constitución, si no su reelaboración desde la raíz, con el objetivo principal del acomodo de Catalunya, el tema que ayer flotó en la recepción del Palacio Real. Y en ese cometido tendrá con seguridad un papel destacado una fuerza política como Ciudadanos, cuyo máximo dirigente, Albert Rivera, concentró ayer el protagonismo del acto.

En Catalunya, la celebración del Doce de Octubre tuvo el perfil muy bajo habitual, con la concentración de unas 4.500 personas en Barcelona. En esta ocasión, ni el PP ni Ciutadans formaron parte de la organización, por lo que sorprendió la presencia entre el público de Xavier García Albiol, el nuevo jefe de filas de los populares en el Parlament. La mejor noticia es que, pese al tono algo exaltado de los reunidos, no hubo incidentes. La convivencia, pese a la excepcional tensión política por la que atravesamos, es el principal activo de Catalunya.