ESTOY EN NUEVA YORK
Al metro con arte
En la línea Q las paradas son casi obligatorias después de convertir sus túneles en auténticas galerías
Idoya Noain
Corresponsal en EEUU
Corresponsal en Estados Unidos desde 2001.
Idoya Noain
Montarse en el metro en NY es siempre un viaje, antropológicamente fascinante pero caro (2,75 dólares) y efectivo, aunque no sin problemas que crecen ante el deterioro de una infraestructura superada. Desde el 1 de enero, a los 'pros' del subterráneo se le ha sumado un oasis de limpieza (por ahora) y arte.
En la línea Q hay paradas casi obligatorias. Cuatro nuevas estaciones en el largamente acariciado proyecto de la Segunda Avenida (casi nueve décadas de espera y un presupuesto de 4.500 millones de dólares) acogen el mayor despliegue de arte público de la ciudad y no solo están regenerando y revalorizando el Upper East Side, sino que convierten sus túneles en auténticas galerías.
MTA, la autoridad responsable del transporte público, que tiene desde 1985 una agencia encargada de Artes y Diseño, eligió entre más de 300 artistas candidatos a convertir las estaciones en las calles 63, 72, 86 y 96 en algo más que lugares funcionales. Y los elegidos -Jean Shin, Vik Muniz, Chuck Close y Sarah Sze- lo han conseguido.
Los dioramas en mosaico y cristal de Elevated, la obra de Shin en la 63, representan un viaje en el tiempo y acercan al viajero a los años 40 y 50, cuando se demolieron las líneas elevadas en ese mismo espacio. En la 72 el brasileño Muniz ha llenado las paredes de Perfect Strangers, tres docenas de figuras de tamaño real que suman su espera a la de los pasajeros de carne y hueso.
Entre ellas hay una pareja de hombres de la mano, la primera representación en arte público de la comunidad LGTB sin trasfondo político. Están también su hijo Gaspar vestido con un traje de tigre, celebridades como el chef Daniel Boulud y esos personajes anónimos que, como los que pueblan el metro día a día, animan a imaginar vidas.
HUELLA ESPAÑOLA
Muniz se ha autorretratado también, algo que ha hecho igualmente, pero por partida doble, Chuck Close en sus piezas en la calle 86, uniéndose a una galería donde aparecen los enormes rostros de Lou Reed, Philip Glass, Cindy Sherman, Kara Walker y Cecily Brown, entre otros. Creados con diversidad de técnicas, los retratos son en palabras del propio artista un recordatorio de «cuántas formas hay de construir una imagen». Y son homenaje a «una ciudad cuya riqueza es la unión de diversas culturas».
Esa unión cobra también forma en la calle 96, donde hay huella española. Porque ha sido a la maestría peninsular en el trabajo con azulejos a la que ha acudido Sze para crear en azul y blanco Plano para un paisaje, una de sus dos piezas. La otra, Blowing paper, es un recordatorio del frenético ritmo al que se mueven la ciudad y sus pobladores. Pero el metro ahora llama, justamente, a pararse y observar.
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