CINE
'Kalo Pothi': cuando subsistir es cuestión de huevos
El director nepalí Min Bahadur Bham escenifica el conflicto entre la inocencia de los niños y los horrores de la guerra
Sobre el papel 'Kalo Pothi, un pueblo en Nepal' parece reunir varios de los ingredientes -un país pobre dotado de impresionantes paisajes, un reparto de niños infalibles ablandando conciencias- típicos de ese tipo de world cinema diseñado con el estricto propósito de seducir a un público occidental que busca el exotismo cinematográfico. Pese a ello, por fortuna, es mucho más que eso.
El director Min Bahadur Bham retrata una sociedad entera en un microcosmos. Y lo hace recordando la guerra civil que azotó el país entre 1996 y 2006 y de la que resultó un sistema de castas que solo sirvió para romper en pedazos a la población. En concreto la película se sitúa en 2001, en un tiempo en el que el conflicto entre ejército y los rebeldes maoístas parece remitir. Pero las tensiones se mantienen vivas.
Es en ese contexto que Prakash y Kiran, amigos inseparables pese a pertenecer a castas distintas, emprenden un viaje para recuperar la gallina que estaban criando -confiaban en paliar sus penurias económicas vendiendo los huevos- y que el padre de uno de ellos vendió a sus espaldas. A lo largo del camino, inevitablemente, se ven obligados a lidiar con las amenazantes patrullas de soldados y con las guerrillas que buscan apoyos entre la población rural o se dedican a secuestrar a los campesinos, y ello nos permite contemplar un demoledor contraste entre la inocencia de la infancia y el trauma permanente que define la vida adulta en la comunidad. Escenas de calma bucólica se yuxtaponen a momentos de brutalidad y violencia; y, mientras, la excusa de la gallina nos mantiene atentos en todo momento al absurdo que derrocha la vida incluso cuando es trágica.
RETRATO DE UNA SOCIEDAD
Poco a poco, gradualmente, los muchachos serán absorbidos por el torbellino social que los rodea. En la que sin duda es la escena más brutal de la película, los dos niños se ven atrapados en el bosque en medio de un fuego cruzado. Para no ser abatidos como conejos, se tumban entre los soldados muertos y se pintan las caras con la sangre de las víctimas; y, en ese preciso momento, cualquier rastro de inocencia que les quedara desaparece para siempre.
En escenas como esa, queda borrada la línea que separa el primer plano del fondo, la anécdota del momento histórico. Y es precisamente en la precisión con la que lleva a cabo esa comunión, y con la que documenta la atrocidad de la guerra sin caer en humanismos de pancarta y mezclando con soltura lo cómico y lo trágico y lo realista con lo onírico, que 'Kalo Pothi' concentra su rotunda pegada emocional.
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