CRÓNICA

Tempestad y luego silencio

Made to break llenó de paisajes sonoros el Jamboree

ROGER ROCA / BARCELONA

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Fue algo insólito. Cayó la última nota, la que ponía punto y final al concierto del jueves en el Jamboree, y la sala quedó en silencio durante un largo rato. Fue una coda muda a la tempestad que el cuarteto Made to break, enésimo proyecto del saxofonista y clarinetista Ken Vandermark, acababa de desatar. El público, sorprendido por el desenlace, no quería o no se atrevía a romperlo. ¿Cuánto duró ese silencio? ¿Un minuto, quizás más? Nadie lo contó, porque nadie contaba con él. Ni público ni músicos. Sencillamente ocurrió, y fue el colofón perfecto para el estreno en Barcelona de un grupo que defiende un planteamiento ambicioso y radical: hacer música imprevisible y estimulante.

Antes de ese silencio, la combinación del bufido arrollador de Vandermark con una sección rítmica de granito y los recursos tímbricos del músico electrónico Christof Kurzmann produjo multitud de paisajes sonoros, casi como si en el cielo se encadenaran uno tras otro todos los fenómenos celestes posibles. Hubo truenos, aullidos de meteoritos en combustión y finas lluvias de estrellas. En Made to break Vandermark organiza las piezas de su puzle para tener a sus músicos e permanente estado de alerta, de forma que tengan que pasar de un rock furioso a la calma tensa de una música espectral. Es música incómoda y catártica que evita los lugares comunes porque encuentra su razón de ser en preguntarse constantemente: ¿y ahora qué? El jueves en el Jamboree la mayor pregunta fue un silencio construido entre todos, músicos y público, que aun flotaba en el aire tras los aplausos. ¿Qué ha ocurrido? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?