SU ÚLTIMA ENTREVISTA

«El teatro me ha quitado la vida y quizá me la devuelva»

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El pasado mes de noviembre y en ocasión del estreno de la obra L'última trobada en el Teatre Romea, Núria Navarro entrevistó por última vez a la actriz para EL PERIÓDICO. He aquí un extracto.

-¿Siente ahora el mordisco de los nervios más que antes?

-Como no veo al público, estoy mucho más concentrada en mí misma y en el personaje. Yo siempre entendí el salir a escena como un saltar al ruedo. Solo que cuando comencé era una salvaje, me lanzaba en barrena con un escaso sentido de la responsabilidad. Después de decenas de papeles, los nervios fueron creciendo por mil razones distintas. Eso es algo que también se lo he oído decir a Núria Espert y a José Luis Gómez. Pero la ceguera te emancipa del miedo. Siento que solo tengo una responsabilidad conmigo misma.

-¿De ahí el cambio que notan todos?

-Es que esta es una enfermedad que te cambia radicalmente. Un día estás bien y al día siguiente no. Es como si de repente te plantaran la vida delante de tus ojos. Te das cuenta de que es posible que todo acabe… Imposible mirar hacia otro lado. No hay disimulo que valga. No puedes pensar que todo irá bien. En mi caso, primero me enfrenté a la muerte, y luego, a esta imposibilidad. Lo primero lo llevé bien. «Vamos a tomar una copa», le dije a Eduardo [Mendoza, su pareja] cuando me dieron el diagnóstico. Pero esto otro es...

-¿Más difícil de digerir?

-Sí. Por primera vez el teatro ha pasado a un segundo plano. Aunque también pienso: «El teatro mata; me quitó la vida y quizá me la puede devolver».

-No sé si lo entiendo.

-He fumado poquísimo, he sido abstemia durante muchos años, siempre he llevado una vida sana, puse todo de mi parte. Estoy segura de que el teatro ha sido el causante de la enfermedad.

-¿Cómo exactamente?

-Cuando en el teatro lo pasas bien, lo pasas muy bien. Pero cuando lo pasas mal, el dolor es muy grande. Y yo lo he pasado muy mal. He sufrido mucho por el teatro.

-No parecía sufrir, sino estar lejos.

-Todo el mundo ha pensado siempre que a mí nunca me pasaba nada. Quizá porque nunca lo dije.

-Sea como sea el teatro, dice, ha pasado a un segundo plano.

-Esta sacudida me ha mostrado que lo importante es el amor, que un gesto de afecto es más importante que 3.000 aplausos. Lo que más me ha emocionado es el cariño de los amigos. Una reacción real y sin condiciones. Eso me ha vuelto más humilde y espiritual.