CRÓNICA DE CONCIERTO

Spoon, una enciclopedia viviente de música popular

El grupo de Britt Daniel recorrió estilos con fiereza y carisma en su concierto en la sala Apolo

Britt Daniel, en el concierto de Spoon en la sala Apolo

Britt Daniel, en el concierto de Spoon en la sala Apolo / periodico

Juan Manuel Freire

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desde hace más de un par de décadas, Spoon entregan regularmente discos que hermanan la sabiduría pop y la energía rock con el interés por retorcer las canciones en nuevas y siempre sugestivas direcciones. Sobre todo desde 'Ga ga ga ga ga', el (gran) álbum que publicaron en el 2007 y ahora acaban de reeditar, asociarlos a un único género es una tarea complicada. La banda de Austin es casi una enciclopedia viviente de música popular, capaz de acercarse a múltiples tipos de canción con la misma pericia.

Depurados al extremo en los surcos de sus discos, en su actuación en Apolo del martes demostraron que sobre las tablas se permiten más caprichos. Pero las señales constantes de Britt Daniel a sus compañeros de banda indican que hay un director en esta orquesta y un orden marcado en cada explosión eléctrica. La música del azar la dejan para otros.

La rasposa voz del 'frontman' sonó, en un primer momento, un poco demasiado rasposa, como si Daniel estuviera combatiendo un resfriado. Falsa alarma: un par de canciones, 'Do I have to talk you into it' (uno de los 'singles' de ese 'Hot thoughts' que vienen a presentar) e 'Inside out', y todo arreglado. Solo la ronquedad adecuada.

A pleno rendimiento

A la altura de la soul 'I turn my camera on', Spoon estaban a pleno rendimiento (garganta carismática, sección rítmica tensa y profunda, grandes florituras de teclado de Alex Fischel), y ahí se quedaron ya hasta el final. Lo suyo fue una exhibición tanto de habilidad musical como de apertura de miras. Saltaron sin problemas del synth-rock a lo Handsome Furs de 'WhisperI’llistentohearit' al proto-glam de 'The beast and dragon, adored'. Y del power-pop de 'Do you', canción perfecta donde las haya, a un largo interludio sintético bajo la posible influencia del Vangelis de 'Blade runner'.

Los acentos futuristas regresaron con 'Can I sit next to you', que de hecho lleva ese título, en parte, por un tema de la banda sonora de Cliff Martinez para la versión de 'Solaris' de Steven Soderbergh. Pero el sonido no es ambient, sino funk-pop cercano al David Bowie de los primeros 80.

Tras una 'My mathematical mind' extralarga, recuperaron la economía expresiva para una gran recta final con 'Don’t make me a target', 'The underdog', una deliciosa e íntima 'I summon you' y arrebatos bailables como 'Pink up' (muy Arthur Russell) y la simplemente sensacional 'Hot thoughts'. Que estos hombres no sean todavía más famosos (ni siquiera llegaron a agotar las entradas en su paso por Apolo) es un Expediente X a investigar a conciencia.