Sordos, pero no ciegos

ferran Monegal

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Nos quieren sordos. Pero no somos ciegos. Ni tontos. Ni mudos. Eso de colocar la megafonía a tope en el momento que suena el himno nacional de España se ha transformado en una táctica patética y ridícula. ¿A quién pretenden engañar? Por mucho que aumenten los decibelios de la marcha triunfal, todos los que estaban en el campo pudieron ver con sus ojos lo que había en las gradas del público. Desde un punto de vista estrictamente televisivo, todavía ha resultado más grotesco. Todo el mundo -y digo todo el mundo, en su sentido universal- esperaba desde la tele del bar, o desde la de casa, o desde las de los locales de las peñas, el momento del himno. En mi barrio se hacían quinielas con mucho cachondeo intentando adivinar si la megafonía taparía del todo los pitos y protestas, o no. O sea, que todo el mundo sabía que había una fenomenal contestación aunque pretendieran taparla a golpe de decibelios. Es curioso, acabo de ver en el informativo de mediodía de La Sexta al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, diciendo: «¡Pitar es una patología!». ¡Ah! Colosal miopía la del señor ministro: lo patológico es pretender esconder la realidad a base de subir el volumen de la música enlatada de la megafonía. Eso sí que es una patología, señor ministro. Los periodistas del área de TV-3 allí desplazados, por ejemplo, nos informaban de lo que estaba pasando con indisimulables toques socarrones. Estoy con ellos. Solo había una forma de abordar aquel inmenso ridículo: resaltándolo y poniéndolo de manifiesto. Decia Xavi Valls: «L'himne no sona fort, ¡sona molt fort!». Decía Bernat Soler: «Tal com sona, s'ha superat el llindar del dolor». Y apostillaba Jordi Grau, con mucha gracia, desde su habitual ubicación a ras de hierba: «És una megafonia a tot drap. Està molt lluny del que recomanaria un otorrino. El nombre de decibels sobrepassa el que pot soportar la bona salut de les oïdes». O sea, que lo único que han conseguido es aumentar las listas de espera de los especialistas en otorrinolaringología.

El trabajo del equipo de periodistas, y de las cámaras, de TV-3 fue meritorio. Resaltaron, y no escondieron, por ejemplo, que entre los seguidores del Barça ondeaban también algunas banderas de España. La realización de Tele 5, en cambio, estuvo aquejada de estrabismo. La grada blaugrana la enfocaron poquísimo. La sevillista, muchísimo. Otra estrategia inútil y ridícula.