A sangre fría

EL LIBRO DE LA SEMANA Joan-Daniel Bezsonoff mezcla personajes reales y ficticios en 'Matar De Gaulle'

El general Charles de Gaulle.

El general Charles de Gaulle.

VICENÇ PAGÈS JORDÀ

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La obra de Joan-Daniel Bezsonoff (Perpinyà, 1963) está formada por cinco libros de introspección autobiográfica y ocho novelas, la mayoría situadas en el marco de conflictos bélicos, en particular la guerra de Argelia. Es el caso de su último libro, Matar De Gaulle, que novela el atentado fallido que tuvo lugar en 1962 contra Charles de Gaulle, entonces presidente de la República Francesa. Aunque el vehículo presidencial fue ametrallado en Petit-Clamart, cerca de París, se debe buscar la causa en el trato que el general dio a la que durante más de un siglo había sido la provincia francesa de Argelia.

Cuando De Gaulle accedió al poder, en 1958, defendió la Argelia francesa. Tres años más tarde, sin embargo, le concedió la independencia. El resultado fue un millón de franceses que retornaron con un sentimiento de odio hacia el general: los pieds-noirs, potes negres para el autor, recibidos en la metrópolis con una mezcla de comprensión y de rechazo. El atentado de Petit-Clamart, el mejor preparado de los que sufrió De Gaulle, fue obra de unos cuantos de esos pieds-noirs, aliados con un grupo de húngaros preocupados por el ascenso del comunismo en Europa y coordinados por el teniente coronel Bastien-Thiry, el hombre que «inventava atemptats amb la prolixitat d'un fulletonista».

Personajes históricos y ficticios se mezclan en esta obra que permite seguir paso a paso como fue tomando cuerpo la sensación de traición y de abandono que sintieron los franceses de Argelia, la evolución hacia la lucha armada, los primeros contactos y la preparación del atentado. La parte de ficción gira alrededor de la familia Vidal, procedente de Banyuls e instalada en Argelia, que se verá involucrada en el atentado.

El último libro de Bezsonoff oscila entre la investigación omnicomprensiva que encontramos en el reportaje novelado A sangre fría, de Truman Capote, y las dudas que asedian a los personajes de las novelas de

John Le Carré, a quienes los árboles de las peripecias personales no les dejan ver el bosque de la política. Uno de los testigos contempla el atentado sin darse cuenta de lo que está viendo, como el Fabrizio de La cartuja de Parma se encuentra perdido en medio de la batalla de Waterloo.

En Matar De Gaulle encontramos algunas de las características del estilo del autor: los dialectalismos sabrosos, los adjetivos inesperados, la construcción de personajes con cuatro pinceladas, la minuciosidad con la que recupera escenarios de la época, la nonchalance de los protagonistas, entre quienes nunca falta un erudito de la lengua, un seguidor de Jean Gabin o de Luis Mariano. En cambio, el erotismo queda en segundo plano, aunque tiene un papel decisivo en la motivación del atentado.

Nuestro norte

En su búsqueda de un lugar propio, más allá de la historia oficial de Francia, Bezsonoff nos enfrenta a nosotros mismos. Aparte de los valores estéticos de una novela bien narrada, pone en primer plano nuestras contradicciones respecto de la que denominados Catalunya Nord: si la lengua nos hermana, la historia reciente nos separa. Y aun así, si es verdad que formamos un colectivo quizá deberíamos sentir tan propia su guerra de Argelia como nuestra guerra del Rif. Esta contradicción toma cuerpo cuando, hacia el final del libro, un personaje llena Perpinyà de pintadas: Algèrie française y y Catalunya lliure. En las novelas de Bezsonoff, tanto Catalunya como Argelia son mitos perdidos.

MATAR DE GAULLE Joan-Daniel Bezsonoff Empúries. 192 p. 17,50 €