CRÓNICA

Roger Mas y la prehistoria telúrica

El trovador reconstruyó en Apolo el disco perdido 'Torna pel camí de les serps'

Roger Mas, durante su actuación en Apolo.

Roger Mas, durante su actuación en Apolo.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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En las trayectorias de los músicos quedan, a veces, asignaturas pendientes, episodios que no se resolvieron del modo deseado. Para Roger Mas, el proyecto de El camí de les serps era incluso algo más que un capítulo abierto, era una herida que condicionó parte de su obra temprana y alentó su desconfianza en la industria discográfica. El día que se decidiera a reordenar aquel repertorio, que vio la luz disperso, esencialmente repartido en un par de discos, el segundo, Casafont (1999), y el tercero, En el camí de les serps i els llangardaixos blaus... (2001), tenía que llegar, y el cantautor de Solsona ha afrontadola misión en una pequeña gira de otoño que le trajo el jueves a Apolo.

El recital Roger Mas torna pel camí de les serps le mostró en un formato excepcionalmente básico: una guitarra eléctrica Telecaster, suministradora de trazos limpios y con solera, tocada por él mismo, el bajo de Arcadi Marcet y la batería de Marc Mujal. Esa apuesta por un trío podría haber supuesto una simplificación del sonido, pero no fue así. Las canciones transmitieron las tonalidades místicas, visionarias, con las que fueron concebidas, con un refinado trabajo de Mas en las seis cuerdas, y unas atmósferas moduladas, suavemente oscurantistas, que envolvían textos tendentes a cierta poesía alucinógena. Todo ello, más sutil, de hecho, en las grabaciones originales. Y recordemos que, si bien en los últimos tiempos casi nos habíamos olvidado, entre las fuentes de inspiración primigenias del trovador telúrico están The Doors, autores de la abismal The end.

El cuerpo central del recital lo constituyeron las 17 canciones de aquel disco que nunca fue, comenzando por el recitado de La senyora dels guants vermells y siguiendo por la melodía encantada de Les maragdes. Despliegues de sobrio oleaje rockero (Després de la tempesta, con Agustí Busom, Abús, como voz invitada), luminosos claros en el bosque (La cançó del dèbil preciós perfum) y tortuosos desarrollos con tenues reflejos psicodélicos (La dansa de la serp) que condujeron hasta los 10 minutos de Volant, clímax al que Mas dedicó todo su poder pulmonar. «Un disco oscuro», calificó el cantautor. Repertorio que, tras estos recitales, «volverá a hibernar». Ahí estaban, en fin, revividos y coleantes, los ancestros de Les cançons tel·lúriques, su disco del 2008.

FINAL INÉDITO / Un segundo bloque de canciones condujo a Mas hacia otros destinos y permitió nuevas aproximaciones a piezas como El rei de les coses Llums de colors. El trío se desató en un L'home i l'elefant más crudo de lo habitual y Foc a l'obaga, tras lo cual Mas cerró el recital, solo con la guitarra, entonando una delicada pieza nueva, Sota una fina capa de cendra. destinada a su próximo disco. Tras la operación rescate, toca pensar en las canciones que están por venir.