OPINIÓN

Plaza de Joe Strummer

El líder de The Clash fue un buen músico y mejor persona

RAMÓN DE ESPAÑA

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Como veo que nadie se indigna ante la plaza que Ana Botella le ha dedicado en Madrid a Margaret Thatcher, lo haré yo. Reconozco que nunca me cayó bien la vieja y que la mía no es una opinión ecuánime, pero tengo la impresión de que la señora Botella, ante el fin inminente de su discutible carrera política, ha querido despedirse de los madrileños no ya con un portazo, si no con una patada en la boca. Aparte de hacer feliz a Salvador Sostres, ¿qué ha conseguido doña Ana? Pues yo diría que arrearle una última colleja al ectoplasma de la Movida por persona interpuesta. Y además, ¿se puede saber qué relación  entrañable tuvo en vida la señora Thatcher con España en general y Madrid en particular?

Como cantaban los Manic Street Preachers, «si toleras esto, me pregunto qué vendrá después». Es urgente reaccionar, y creo que una buena manera de hacerlo sería dedicarle una calle en Madrid a uno de los más molestos granos en el culo de la señora Thatcher; alguien que, por cierto, tuvo una relación mucho más intensa con España. Me refiero a Joe Strummer (1952-2002), líder de The Clash, autor de canciones formidables, buen músico y mejor persona. Strummer pasó largas temporadas en Madrid, Granada y Almería. Quienes le conocieron -Santiago Auserón entre ellos- afirman que era un muchacho excelente, algo ingenuo políticamente, pero cercano, simpático y cargado de buena intención. Vamos, todo lo contrario que la señora Thatcher, una mujer intransigente e implacable a la que debemos, en parte, gracias a su amor por el liberalismo en general y el liberalismo bancario en particular, la asquerosa situación económica en que estamos.

En enero del 2012, a instancias del PSOE, Granada aprobó dedicarle una calle al señor Strummer, pero que yo sepa, aún no existe. En Madrid no queda más rastro de su presencia que los músicos a los que produjo y los amigos que hizo. Yo me conformaría con una placa como la de Joey Ramone en el Bowery neoyorquino, a diez metros del difunto CBGB.