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Lina Morgan, la cómica castiza

La carismática actriz madrileña, muy popular por sus trabajos en teatro, cine y TV, fallece a los 78 años

Lina Morgan, fotografiada en el 2009.

Lina Morgan, fotografiada en el 2009.

BEATRIZ MARTÍNEZ / MADRID

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Llevaba muchos años apartada de los focos a causa de una enfermedad que finalmente ha terminado llevándosela a los 78 años de edad. Pero su espíritu jovial y pizpireto nunca nos ha abandonado del todo y se ha mantenido intacto en la memoria colectiva de muchas generaciones que han reído y disfrutado con su torrencial humor expresivo.

El mundo del espectáculo se vestía ayer de luto para despedir a María de los Ángeles López Segovia (Madrid, 1937), más conocida como Lina Morgan, una de las actrices cómicas más queridas de la historia popular española y la última gran reina de la revista musical, donde consiguió algunos de sus mayores logros al comienzo de su carrera. Un género que de alguna manera revolucionó al subvertir sus convencionalismos convirtiéndose en cabeza de cartel de los espectáculos como vedette cómica y consiguiendo desbancar a las bellas estrellas del momento gracias a su capacidad innata para conectar con el público.

Morgan se crio en el seno de una familia humilde durante los años de la posguerra, en el barrio de la Latina, en la calle de Don Pedro, muy cerca del teatro que más adelante sería de su propiedad, y desde muy temprana edad soñó con subirse a su escenario, algo que conseguiría poco después, con tan solo 16 años.

Teatros de la Gran Vía

Durante la década de los 50 su nombre era habitual en los teatros de la Gran Vía madrileña, compartiendo tablas con otros titanes cómicos del momento como Tony Leblanc, Ángel de Andrés o Miguel Gila, junto a los que tuvo la oportunidad de aprender la profesión mientras poco a poco se ganaba la confianza del público. Pero su verdadero salto a la fama sería junto a Juanito Navarro, con el que formaría una sólida pareja cómica en miles de funciones y más tarde en televisión.

Su debut en el cine fue a las órdenes de Leblanc en El pobre García y se convertiría en uno de los rostros más icónicos de la comedia castiza de los 60 y 70 protagonizando títulos tan representativos como Soltera y madre en la vida (1969), junto a Alfredo Landa y su grandísimo Soltera y madre en la vidahit La tonta del bote gracias al que instauró definitivamente su personaje de chica torpe y patizamba, paleta pero de buen corazón. Durante unos años trabajó ininterrumpidamente a las órdenes de Mariano Ozores en títulos como La graduada (1971), Dos chicas de revista (1972), La descarriada (1973) o Los pecados de una chica casi decente (1975), aunque también probó registros más serios, como se puede apreciar en la excelente Una pareja distinta (1974), de José María Forqué.

Pero aunque vivía su gran momento cinematográfico, Lina Morgan parecía sentirse siempre más segura bajo los focos de un escenario. Por eso en 1978 comenzó junto a su hermano a alquilar el Teatro La Latina para exhibir allí sus espectáculos, algunos de ellos tan míticos como ¡Vaya par de gemelas!, que más tarde tendría una versión para televisión con un enorme éxito de audiencia. Finalmente terminó comprando el teatro en 1983, siendo su propietaria más de 25 años, durante los cuáles resonaron en sus paredes esa frase icónica con la que finalizaba todos sus shows: «Agradecida y emocionada, solamente puedo decir, gracias por venir».

'Hostal Royal Manzanares'

La pequeña pantalla fue su siguiente parada y su última etapa de gloria mediática. En los 90 reinó en Televisión Española con Hostal Royal Manzanares de la mano de Valerio LazarovHostal Royal Manzanares , que no era otra cosa que la traslación al formato catódico del género sainetesco que había practicado a lo largo de gran parte de su carrera. Su personaje de Reme se convirtió en el más querido por los telespectadores del momento gracias a la elocuencia y la complicidad que transmitía. Sus célebres giros de piernas, su boca de pato, sus bizqueras y sus ocurrencias pertenecen al imaginario expresivo de una época.

Gran luchadora

Fue una trabajadora incansable. También muy celosa de su vida privada. Nunca se recuperó de la muerte de su hermano José Luis López Segovia, al que siempre se sintió muy unida. Tuvo grandes amigos dentro del mundo del espectáculo que hoy lloran su muerte. Entre ellos Concha Velasco o José Luis Moreno, que la definen como a una luchadora empedernida. No quiso ver a nadie durante sus últimos años, sola por expreso deseo, pero ahora la ciudad de Madrid le rinde homenaje en la capilla ardiente situada en su querido Teatro La Latina, donde siempre tuvo un palco a su disposición. Unos dicen que fue nuestra Shirley McLaine castiza, otros, un sucedáneo de Charlot ibérico. Pero lo cierto es que tenía la suficiente entidad como para ser y seguir siendo simplemente Lina Morgan.